Revista 100-Cs Volumen 9 Número 1 Enero - Junio 2023 Página 29-51 | |
REPENSAR EL DESARROLLO COMO FORMA DE RECONSTRUCCIÓN DEL TEJIDO SOCIAL FRENTE A LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL
RETHINKING DEVELOPMENT AS A WAY OF REBUILDING THE SOCIAL FABRIC IN THE FACE OF NEOLIBERAL GLOBALIZATION
CARLOS ALBERTO NAVARRO FUENTES
Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México
betoballack@yahoo.com.mx
https://orcid.org/0000-0003-4647-9961
RESUMEN
El objetivo del ensayo consiste en reflexionar críticamente sobre la necesidad de recuperar el concepto de desarrollo. Para ello partimos de que, para poder reorientar las fuerzas necesarias para el desarrollo, resulta indispensable acometer una integración solidaria y compleja de lo que se requiere realizar y que no amenace con la homogeneización de ningún aspecto de la vida humana en aras de las metas macroeconómicas. Lo anterior, partiendo de considerar el espacio donde se desarrolla la vida humana en México, donde el agresivo proceso de aculturación resultante de la implacable lógica global-neoliberal-transnacional del capitalismo contemporáneo sobre las vidas humanas de la población en cuestión, conlleva todo un proceso de socialización e intersubjetividad conflictivo entre todas las partes que conforman el tejido social, complicando así las acciones necesarias para que el desarrollo y la emancipación resulten en una experiencia de aprendizaje y cuya reproducción y transmisión sea deseablemente compartible.
PALABRAS CLAVE: Capitalismo, Democracia, Desarrollo, Globalización, Neoliberalismo
ABSTRACT
The aim of the essay is to reflect critically on the need to recover the concept of development. To do this, we start from the fact that, in order to redirect the necessary forces for development, it is essential to undertake a solidary and complex integration of what needs to be done and that does not threaten the homogenization of any aspect of human life for the sake of macroeconomic goals. The foregoing, starting from considering the space where human life develops in Mexico, where the aggressive process of acculturation resulting from the implacable global-neoliberal-transnational logic of contemporary capitalism on the human lifes of the population in question, entails a whole process of conflicting socialization and intersubjectivity between all the parties that make up the social fabric, thus complicating the actions necessary for development and emancipation to result in a learning experience and whose reproduction and transmission is desirable to share.
KEYWORD Capitalism, Democracy, Development, Globalization, Neoliberalism
INTRODUCCIÓN
La violencia y su iteración sintética cotidiana, presente y coproducida por los medios de comunicación, sobre todo por las redes sociales, la TV y en la TV, transmite y crea valores, actitudes, y en algunos casos no pocos numéricamente, se vuelve el imaginario más inmediato a ser representado en la realidad y administrador de la verdad. La realidad se torna violenta porque la desigualdad y la pobreza se normalizan, aunque el Estado aduzca a través de los mercados semiológicos y de la palabra estar trabajando en su superación. Una vez que la violencia se interioriza, se psicologiza y se expande de manera tanto infinitesimal como discreta, homogeiniza de manera asimétrica el espacio vital. Se reproduce como parte del sentido de la vida diaria y común. El pueblo se distrae y se entretiene, su atención se orienta en función de la manipulación ideológica de la cual es presa y se reproduce. La agresividad, el egoísmo, la violencia y el miedo se tornan subjetividad y práctica educativa. La escuela y la universidad, la institución de la “normalización” del paradigma y sus contenidos con todo y sus anomalías no vistas como tales.
Las experiencias que resultan de estas “interacciones” suelen ser de oposición, antagónicas y contradictorias, por darse bajo una lógica de amos y esclavos que frustran todo intento de estrategia en torno a la dinámica del desarrollo. Los que la padecen por estar fuera de la elite que se ve beneficiada por ser jueces y concursantes simultáneamente, no logran vislumbrar un horizonte en el cual puedan instalarse convincentemente para autorrealizarse como seres humanos, viéndose a sí mismos como agentes de su propio destino y de sus propias vidas, como parte constitutiva e indispensable para la reconstrucción del tejido social. Consideramos que en tanto continúen siendo la exclusión y la violencia, los rostros más comunes del capitalismo global, toda socialización posible, si es acaso posible, será reproducida a partir de aquí y, por tanto, el desarrollo permanecerá en estado de postergación indefinida.
Los medios de comunicación desempeñan un papel ideológico y de comparsa clave con relación a la normalización, estetización y legitimación de la violencia que viene ocurriendo sobre el territorio, sea urbano, sea rural, sea transfronterizo, como algo que ocurre en algún lugar de aquí y que está bajo control desde afuera y hacia adentro y cuya replica ocurre en cualquier lugar del mundo de la misma manera; algo que sin hacerse notar sucede de modo aparentemente aislada y que cuando ocurre desde el estado-mercado y sus ampliaciones institucionales, sus resultados suelen ser efectivos, justificados y con carácter de definitividad, no sin el aval de la constitución, las leyes y el régimen democrático en el cual tienen validez.
La violencia se convierte en la lógica de supervivencia en el sistema y el mercado en la razón facilitadora – o prohibitiva – de los intercambios. Las palabras utilizadas por un jefe de Estado en nuestros días no tienen ya un significado común. Quizás nunca lo tuvieron. Libertad, democracia, derechos humanos, moral y el concepto mismo de paz significan distintas cosas para las personas, por lo general, nada. Las palabras bajo el influjo constante de la propaganda resultan en sí un instrumento de guerra –son utilizadas para confundir e inducir al error al hombre común-.
La “democracia” es prostituida para dignificar la esclavitud; la libertad y la igualdad son tenidas como deseables para algunas personas, pero no para otras en sociedades en que se dicen democráticas. Esta ambigüedad de las palabras y su utilización arbitraria para favorecer intereses y justificar acciones hacen necesarias labores de traducción, de significación compartida que permitan comprender, en la medida de lo posible, y actuar. Las personas de todos los lugares desean y añoran la paz y la libertad, en su acepción más clara y simple, como el fin de los conflictos armados y de la privación de los derechos inalienables de los seres humanos como son el respeto a sus tierras y los recursos naturales que hay en ellas. Para Carlota Pérez,
La paz no se puede lograr en el vacío sino ir a la par con el progreso humano. No es sólo un asunto de lucha o no lucha. La paz, para que tenga un significado para quienes han conocido el sufrimiento tanto en la paz como en la guerra, debe traducirse en pan o arroz, habitación, salud y educación, así como dignidad y libertad humana, una vida mejor sostenible[1].
La pobreza y la injusticia social, es decir, la falta de desarrollo provoca descontento social, el cual suele como ya hemos mencionado, asumir diversas formas de violencia como medio de manifestación de la inconformidad y las demandas de quienes se sienten afectados, hasta llegar a un clima de alteración del orden frecuente, en donde los conflictos no pocas veces son acallados por las fuerzas de seguridad del estado. De la misma manera, la paz y la gobernabilidad se ponen en entredicho, por lo cual las posibilidades de autorrealización individual y de llevar una vida digna, con bienestar y donde los seres humanos puedan aspirar a desarrollarse y a la felicidad se torna muy complicado. Solo donde prevalecen la paz y la justicia social, el desarrollo puede convertirse en realidad.
Lo anterior implica, que las desigualdades estructurales, como son la distribución de la riqueza, la educación y el empleo, la ausencia de mercados internos y la sinergia vital necesaria entre urbes y provincias, la inversión en investigación y desarrollo tecnológico, deben corregirse y reorientarse de otra manera, de otro modo, aunque un movimiento revolucionario armado llegase al poder, las posibilidades de mejora con relación al desarrollo, de continuar con las mismas estructuras e instituciones, no resolvería ninguno de los problemas anteriores.
Sólo en un clima de paz y justicia social, la tecnología y la educación de la mano pueden ser incluyentes y no desplazantes, permitiendo orientarse mejor en una atmósfera de no sojuzgamiento, de no destrucción y de derecho a la diferencia. Sólo donde no hay racismo puede haber paz, corresponsabilidad e imaginación suficientes para crear y trabajar conjuntamente en los medios y fines del desarrollo. Sólo en un contexto en el que se den las condiciones anteriores, el poder estará repartido mucho más equilibradamente entre los diferentes actores que componen la sociedad en cuestión, dando así lugar a un real y verdadero régimen democrático.
La movilización se torna necesaria para la libertad, para la emancipación del ser humano y de las comunidades oprimidas, contra la opresión inmovilista que busca perpetuar las estructuras sociales de dominación que no han de permitir la distribución justa de la riqueza necesaria para la libertad real, verdadera y duradera, que posibilite la paz y pueda conllevar al desarrollo. Lo que se mueve es más fácil que sea percibido y se haga conciencia de ello que aquello que permanece estático. Lo estático suele fijarse, lo dinámico es lo histórico; lo social, no sin naturaleza, el mundo en movimiento, la realidad fluyendo, la historia reescribiéndose.
La misma historia que se niega por el pragmatismo del mercado y que puede alimentar la lucha social, puede servir de reivindicación y recuperación desde la negatividad hacia un sistema social más justo. Sólo lo que se mueve puede dislocarse del continuum, hacer conciencia e interactuar creando nuevos lazos, formas de organización y convivencia, de luchar contra la opresión. Un ser humano limitado, se constriñe a su espacio físico y en las posibilidades para experienciar en este, se automanipula restringiéndose hasta acotar su libertad y capacidad para hacer. La degradación inminente contradice toda posibilidad de un ser humano como agente de su propio desarrollo.
Tal vez pudiese interpretarse lo anterior como una intencionalidad radical, pero considero que si no tenemos la capacidad de generar una sociedad alternativa a partir de esta que existe, la posibilidad de superar las circunstancias que han impedido el desarrollo continuará estando presente y normando la realidad. Es justo en este sentido, que la movilización social, ya sea urbana, suburbana o rural ofrecen su mayor aportación como termómetros y parámetros de la realidad, de lo que se está haciendo, de lo que debería hacerse y sobre todo tal vez, de lo que ya debió haberse hecho y no se ha hecho.
Repensar el desarrollo en medio de la complejidad que implica la globalización neoliberal-transnacional
Podríamos considerar que la globalización per se no habrá de aportar la llamada ciudadanía (global) salvo para unos cuantos, aquellos que tienen el poder de intervenir en ella usufructuando y beneficiándose de su dinámica, por lo que aquél intento heiniano de hablar del ciudadano cosmopolita, categoría eurocentrista revivida hoy por Martha Nussbaum a partir de Aristóteles y Kant, no fue ni sería posible en la actualidad, pues es esa misma “ciudadanía global” en acción de los pocos la que conlleva colaborativamente a actuar en contra del bienestar de sus propios conciudadanos, en el cual el individuo común se ha visto cada vez más privatizado o desciudadanizado (acorde con las políticas de corte neoliberal) del espacio público indispensable para aspirar contextual e institucionalmente a la ciudadanización. La movilidad del ciudadano o del que podría llegar a serlo, no puede y al menos por el momento no podrá alcanzar el tiempo del capital financiero global excluyente. Considero que, si en algún momento “el hombre unidimensional” de Marcuse y “el hombre sin atributos” de Musil parecieron exageraciones críticas, hoy en día la globalización capitalista los está fabricando de manera muy próxima a la realidad.
Lo anterior, es todavía más grave si miramos a los grupos más afectados y menos favorecidos históricamente por el capitalismo global, como es el caso de las minorías indígenas en Latinoamérica. Como lo pusiera de manifiesto el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), primer movimiento antiglobalizatorio crítico del llamado neoliberalismo y su correlato, la globalización, ninguna nación del mundo puede ser ignorada en nombre de un Nacionalismo unificador que busque destruir y/o desconocer su identidad, autonomía, historia y existencia. Lo anterior, lejos de promover una cierta ideología, es importante y necesario tomarse en cuenta, pues sin estos grupos de seres humanos, de mexicanos, el desarrollo es impensable y la democracia y justicia social imposibles.
La presencia “inmemorial” de estas minorías étnicas en nuestro continente, mejor llamados “pueblos originarios”, solían contar con sociedades, organizaciones e instituciones bien desarrolladas antes de la Conquista. Fue sólo hasta que se dio este período histórico que, siendo esclavizados - y exterminados en algunos casos -, les fueron impuestas estructuras de dominación excluyentes que perviven hasta nuestros días. Su dignidad les fue arrebatada y no les ha sido devuelta, se ha hablado de tolerancia sólo para sumirlos en el abandono, la indiferencia y la ignominia, negadora de la diversidad y pluralidad cultural, de su historia, de sus identidades y de sus “proyectos” de vida. Occidente se les impuso como la racionalidad hegemónica, así poco a poco instituciones tales como: la religión, la modernidad, la tecnología, el mercado (de allá expoliando al de aquí) y el esclavismo, fueron sembrando las estructuras exclusionistas del presente.
Para superar esta historia de ya algunos siglos, se requiere evidentemente integrar muchas cosas que van más allá del objetivo de este trabajo, pero si considero dejar claro que sin la voluntad y las acciones necesarias que permitan construir un equilibrio pacífico, armónico y equitativo que no obstruya y que pueda ser superado dialécticamente mediante acciones concisas, algunas ya sugeridas, otras aun por nombrarse, tanto en materia de economía política como de políticas públicas que generen lazos de solidaridad, reciprocidad y complementariedad, es decir, de paz, de justicia, de inclusión no forzada sino democrática y respetuosa de la diferencia, de redistribución de la riqueza (lo cual incluye las relaciones con el medio ambiente físico, el conocimiento y el pasado histórico propio), el desarrollo, la emancipación, la democracia, la justicia social y los derechos humanos continuarán siendo palabras vacías.
Lo anterior, no es sencillo, pues, así como apuntábamos en torno a la ciudadanía y la globalización, esta última también desterritorializa metonímica y metafóricamente, totaliza y descentra, fragmenta, disuelve, pulveriza lo histórico, lo social, lo político, el pasado y el presente. Convierte a la sociedad en un conjunto totalizante de residuos, cuya integración democrática no es un proyecto sencillo, que sin embargo se debe intentar y lograr pues es medio y fin del desarrollo. En la medida en que el fin de la producción de la empresa capitalista no se encamine a la satisfacción de las necesidades básicas de los seres humanos, y en cambio se empecine en la lógica de concentración, acumulación y reproducción de capital, la oferta continuará exasperando la inequitativa distribución de la riqueza y el desarrollo imposible de la gran mayoría de la población. De esta manera, la política también debe ser repensada, pues ha de ser una como mencionamos, incluyente y respetuosa de la diferencia, y no integracionista y menos homogeneizante y unificadora; desde abajo, desde la negación en la que los excluidos viven, conviven y sobreviven, esto es, desde la izquierda apuntaría el pensamiento crítico contemporáneo (ecosocialismo): contra el exclusionismo a favor de unos cuantos.
Esta política tal vez no deba ser una democrática desde arriba como se ha pensado y realmente nunca existido en la práctica en nuestro país, sino una que en verdad fomente la convivencia, el diálogo, la intersubjetividad, de manera que el pluralismo y la diversidad cultural sean vistos como la oportunidad de donde surgirán los caminos y los medios alternativos de una inclusión democrática no centralizada ni centralizadora y efectivamente autónoma, participativa, emancipando nuestro hacer y nuestro ser de la carrera por el tener y la acumulación que socializan la riqueza hacia arriba y la miseria de allí para abajo.
El neoliberalismo se convierte así, en la ideología que recompensa a aquellos que lo apoyan, permitiéndoles acumular y concentrar riqueza, hacer dinero con dinero, teniendo consecuencias negativas entre otras cosas, en el empleo, la inversión, el consumo, el bienestar, la paz. La aguda marginalización y la cada vez mayor migración de mexicanos y centroamericanos al exterior, son fenómenos acentuados dramáticamente en los últimos años por esta ideología economicista. Estas políticas (neoliberales), ponen a competir a los ricos del mundo entre sí y a los pobres del mundo entre sí, donde los más ricos de los ricos ganan más y los más pobres de los pobres pierden más.
¿El resultado? La sociedad, aldea o jungla global en la que hoy “habitamos”. De aquí, las lealtades, los lazos sociales y la intersubjetividad resultante en eclosión. El auge prometedor de las exportaciones para el crecimiento se hace desviando riqueza, generadora de empleos y sacrificando el consumo de los más pobres. La globalización se ha convertido en el camino ideal de los neoliberales para lograr sus fines capitalistas de acumulación, y el neoliberalismo en la economía política del capitalismo global.
La especialización producida por la actual división del trabajo global no es una como ya hemos dicho, que produzca interdependencia entre los sectores productivos y las geografías nacionales, sino por el contrario, una que se ve forzada a concentrar todos sus esfuerzos y energías a una independencia de tipo oligopolista o monopolista para sobrevivir en la globalidad, con todas las consecuencias que ya hemos señalado. De allí, que los mercados no sean realmente libres, y si bien nunca lo han sido y tal vez no puedan serlo, hoy el intervencionismo de los gobiernos más poderosos para apoyar y conformar –cuando no abrir militarmente- nuevos mercados para sus transnacionales. La movilidad de lo fragmentado por las energías del capitalismo global, se convierten en las esperanzas de los excluidos y paralelamente en sus perores enemigos, así como este pseudoliberalismo en el principal contrario a las libertades humanas y el verdadero “florecimiento humano”.
Este modelo que ha insistido retóricamente en que el desarrollo depende de que cada vez nos orientamos más a expandir las exportaciones, cuando ya un mercado así por su propia naturaleza, evidencia complejidad en la captura y distribución del ingreso y de la riqueza, queda en dependencia directa de una demanda y un consumo exteriores, en detrimento de la demanda y el consumo interiores, que a su vez operan negativamente en las aspiraciones de poder restableciendo mercados internos que estructuralmente faciliten las vías para el desarrollo. Siendo pocas las industrias y las empresas mexicanas en comparación con los actores de los países más desarrollados que realmente pueden competir con éxito, los entes que habrán de generar la riqueza resultan en un número reducido, los cuales, aunado a otros factores estructurales, complica la distribución de la riqueza. Afirma Teotonio Dos Santos que “La economía de un país dependiente está condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía, que el país dependiente sólo puede expandirse y autosustentarse como reflejo de la expansión de los países dominantes, que puede tener un efecto tanto positivo como negativo sobre su desarrollo económico inmediato”[2].
Esta dependencia de desigualdades e inequidades se da entre países como hacia el interior de estos, sean ricos o pobres. La libertad se da entre los flujos de capital más no entre los flujos de trabajo y de seres humanos. Aquella idea de la mano de obra más barata para atraer inversión extranjera, si bien no desplazada del todo, con el grado de avance tecnológico le ha restado la importancia que solía tener, tanto como a aquella de que exportar más o menos dependía de establecer un tipo de cambio favorable. Por lo anterior, considero que una mejora en el salario monetario y no monetario son necesarios para mejorar la riqueza de los trabajadores que les permita a su vez, llevar una vida más satisfactoria. De igual manera y como ya se ha señalado, invertir en investigación y desarrollo tecnológico es una condición sine qua non, para poder establecer mercados internos que no se traduzcan en más maquiladoras que acentúen no sólo nuestra dependencia a otras economías que además agrandan la brecha socioeconómica entre ricos y pobres al no generar o hacerlo en grado mínimo, valor agregado a lo que se produce.
La tecnología y la generación de empresas no maquiladoras posibilitarían el aumento de riqueza al producir no sólo bienes intermedios, sino también finales, lo cual podría coadyuvar a su vez a limitar la excesiva repatriación de capitales de los grandes consorcios y a que se pudiera tener un mejor control en materia fiscal sobre los mismos. Ese valor agregado es el que hay que concentrar y desconcentrar, acumular y desacumular, distribuyendo y redistribuyendo para el desarrollo; y no el que no se tiene y es espurio como el financiero. Lo anterior es indispensable para que nuestras sociedades realmente puedan desarrollarse y salir del subdesarrollo imperante, así como para poder establecer un régimen verdaderamente democrático, en el que hablar de estabilidad y de gobernabilidad no sea para justificar las atrocidades frecuentes que los estados latinoamericanos acometen en contra de sus gobernados que no soportan más este régimen de creciente desigualdad, en el que la acumulación se traduce o se afinca en la sobreexplotación de la naturaleza en general, es decir, incluyendo al ser humano y su espacio vital, donde ha de desarrollarse.
Otro aspecto importante para poder aspirar al desarrollo de los pueblos latinoamericanos implica revisar exhaustivamente los tratados y convenios que las naciones mantienen con otros países en materia de comercio exterior, así como con instituciones como el BID, el FMI, la OMC, la OMS, entre otros. No es lo mismo, por ejemplo, ser clasificado como un país “menos desarrollado” que como uno “en vías de desarrollo” o “emergente”. México pertenece al segundo grupo y con ello, ha perdido la posibilidad de imponer “contenidos locales mínimos” en lo que produce para exportación, lo cual sumado a la situación ya mencionada de la maquila y la sustracción de valor agregado a lo que se produce intermediamente, complica la generación y distribución de riqueza.
En el caso de México y con relación al TLC, es importante considerar que nuestra economía está supeditada drásticamente a lo que ocurra en la estadounidense; así, una cuestión de índole regional bien puede generar situaciones aún más indeseables para el crecimiento y el desarrollo, que si estuviéramos más “libres” para movernos globalmente mediante una diversificación de nuestras economías hacia otras naciones y regiones. Lo anterior, lleva a pensar, que tal vez necesitamos pensar en un régimen de acumulación distinto, más orientado al capital productivo y en términos de sustentabilidad y armonía con el medio ambiente lo cual a su vez implicaría necesariamente, la creación de un sistema social alternativo de alta movilidad social y no sin respeto a las tradiciones y experiencias comunitarias e identitarias de los pueblos originarios que los identifican con su historia y sus instituciones.
Evidentemente, no es algo que el capitalismo de la globalidad estaría dispuesto a aceptar felizmente, pero hay que hacerlo. Un ejemplo de lo anterior en el espacio urbano, son las economías informales masificadas que en el ambulantaje y la piratería han encontrado salidas al sistema como modos de vida, ante la falta de empleo que la ideología imperante no quiere producir ni proteger con la etiqueta de no causar distorsiones en los precios y el sano funcionamiento de los mercados.
En el espacio rural, aunque menos visible, se tienen pequeñas cooperativas indígenas que fabrican artesanías, telares, productos orgánicos, que normalmente no escapan a la lógica capitalista de mercado ni a la primacía de la exportación, pero al menos, son una salida que para bien y para mal no derriban el sistema y tal vez haciendo oídos sordos y ojos ciegos, legitiman el sistema. No obstante, en la medida en que más colectividades hasta ahora o hace poco excluidos de los beneficios del sistema, vayan encontrando nuevas formas de arrancarle riqueza al capitalismo global localmente, la riqueza se irá distribuyendo de manera más equitativa y el sistema social se irá democratizando hasta ir alcanzando estadios de desarrollo más avanzados de beneficio para la inmensa mayoría bajo criterios de eficiencias colectiva y no eficacia instrumental macroeconómica.
Estas formas de economía alternativa implican también una cierta autonomía de autogobierno y solidaridad, en donde la identidad y la pluralidad, así como la identidad y cohesión de grupo afloran como formas de resistencia y movilidad social, que consciente y/o inconscientemente develan la refutabilidad del sistema capitalista global como paradigma del desarrollo y su presunta autoreproductibilidad; igualmente la consideración de permitir y fomentar la utilización de tecnologías intermedias y/o mixtas, es decir, tanto modernas como tradicionales entre los sectores de manera que haya un mayor y mejor equilibrio acorde con las necesidades de todos los habitantes de Latinoamérica.
No sólo se trata de adecuar la tecnología a las realidades de nuestro país de manera mecánica y estática, sino en capacitar y educar tanto en este sentido como en otros a todos los mexicanos de manera tal que en lo individual solidariamente podamos trabajar en pos del desarrollo. Cultura y ciencia, cultura y tecnología, educación y tecnología, cultura y educación, deben sinergiarse mutuamente para hacer del desarrollo algo cotidiano y práctico, convirtiéndose en un conjunto de hábitos propio de una sociedad cuyo conjunto de comunidades finitas e infinitas pueda pensarse a sí misma ética y humanamente. La democratización de una nación no puede construirse desde la globalidad, desde la exterioridad, hay que partir de la realidad, y esta sin negar lo que es exterior y se interioriza, debe iniciar desde la inmediatez propia del contexto local y del individuo. Sin democracia no habrá desarrollo, pero sin desarrollo la democracia no es posible, la continuidad sólo asegura la extensión de la administración de la violencia y de la pobreza, como capital muerto y “gobernabilidad” capitalista.
La lucha contra el terrorismo, hoy tan discursiva como fáctica de la realidad que produce el proceso globalizatorio del mundo, es una lucha contra los movimientos populares, cuya finalidad al “invadir” el espacio privatizado es la autopreservación. Afirma Carlota Pérez que:
Entre los cambios más importantes que el actual paradigma tecnoeconómico introduce en el aparato productivo están: la búsqueda de la adaptabilidad o flexibilidad, que permite pasar de la fabricación en gran escala a una fabricación variada correspondiente a una demanda cada vez más diferenciada; el paso de un modelo de producción intensivo en energía y materia prima a un modelo intensivo en información, conocimientos y servicios; el paso de una estructura jerárquica y vertical a una red flexible y descentralizada con gran autonomía, pero con una dirección estratégica[3].
Sin la tecnología, la acumulación de capital a los niveles en los que se da no sería posible, pues esta última se ha convertido en un fin del modelo económico capitalista global. Así, se conforman en péptido: tecnología y economía, lo que debe ser estudiado, analizado y desmenuzado de manera conjunta, para que pueda ser redirigido a los fines del desarrollo. Según Samir Amín, la dominación de las lógicas financieras sobre las inversiones productivas es la consecuencia de las crisis de la acumulación del capital, que orienta todas sus energías sociales y humanas en general a favorecer el capital. Mediante las transnacionales, en su gran poder de imposición oligopólica y/o monopólica obligan explícita o tácitamente a los gobiernos de países ávidos de recibir inversión extranjera como los nuestros a eliminar barreras económicas, fiscales, legales, ambientales, laborales, entre otras, aun precisamente a costa del desarrollo y muchas veces de la vida misma de los habitantes locales. Para Manuel Castells,
Son cuatro los procesos que determinan los resultados de la competencia que se establece a nivel global entre agentes económicos y localidades geográficas: a) la capacidad tecnológica de cada país o región; b) el acceso a un mercado grande, integrado y rico; c) la diferencia entre los costos de producción en el lugar de origen y los precios en el mercado de destino –no basta que la mano de obra sea barata si hay que pagar impuestos, o las reglamentaciones medioambientales son muy severas-, y por último, d) la capacidad política de las instituciones nacionales e internacionales para prestar apoyo al crecimiento de los países y zonas bajo su jurisdicción[4].
Por otro lado, para Samir Amín,
Las grandes potencias mundiales logran su privilegiada situación no como el producto de la aplicación de las leyes objetivas del mercado, de la competencia perfecta tan pregonada por el neoliberalismo, sino debido al control exclusivo que esos países tienen de cinco áreas fundamentales de poder: el monopolio tecnológico; el control de mercados financieros mundiales; el monopolio de acceso a los recursos naturales del planeta; el monopolio de medios de comunicación y el monopolio de las armas de destrucción masiva[5].
Por lo anterior, se hace necesario que los países latinoamericanos aseguren mediante sus gobiernos nacionales estabilidad económica y política, así como aquellas regulaciones y desregulaciones jurídicas ad hoc, para que las transnacionales puedan operar financieramente con la mayor eficacia posible. El neoliberalismo acabó con cualquier forma posible de estado de bienestar. Asimismo, este continúa hablando de democracia y liberalismo precisamente allí donde el capital requiere de la menor intervención del estado y de la ciudadanía, de modo que sea libre para buscar las tasas de ganancia y los márgenes globalmente más atractivos, sin importar el daño social y ecológico que lo anterior signifique. Parece que, sin la financiarización y bursatilización de la economía y la amenaza militar creciente, el orden económico mundial no podría sostenerse, ni el discurso democrático tampoco. En muchas ocasiones, los opositores a dicho régimen, dígase la izquierda, han pugnado por un capitalismo democrático, pero me temo que, por su naturaleza, el contexto y necesidad de alargar su supervivencia, la democracia se ha convertido en lo menos afín al capitalismo.
Dice George Soros en 1998:
Yo hice fortuna en los mercados financieros mundiales y, sin embargo, ahora temo que la intensificación desenfrenada del capitalismo y la extensión de los valores comerciales a todos los terrenos de la vida pongan en peligro el futuro de nuestra sociedad abierta y democrática. El peligro de esta sociedad ya no es la amenaza del comunismo, sino claramente la del capitalismo[6].
Por otro lado, afirma Jaime Stay que
La globalización de la pobreza a finales del siglo XX no tiene precedente en la historia mundial, y lo más irracional es que esta pobreza no es la consecuencia de la escasez de recursos humanos y materiales. Es, por el contrario, el resultado de un sistema de exceso de oferta basado en el desempleo y en una minimización de los costos laborales[7].
Una sociedad que aspirase realmente a desarrollarse y con sostenibilidad, habría de ser una que en primer lugar tuviese los argumentos suficientes para no ser limitado retórica e institucionalmente con pretextos ambientalistas de despilfarro, sostenibilidad y demás que sólo esconden intereses “competitivos” transnacionales y oligárquicos nacionales, sino que además efectivamente no explotan recursos naturales renovables por encima de su capacidad de renovación, ni no renovables a costa de su posible sustitución por renovables, ni pasando por alto el medio ambiente en términos de contaminación. Se está creando un mundo por un lado de creciente riqueza (acumulada y concentrada) y uno de pobreza y miseria (dispersa y generalizada).
Los sistemas financieros están insertos en un proceso social y, por lo tanto, no sólo forman parte de lo social, sino que lo social es una parte importante de su propio ser. Todo cuanto acontece en un mercado financiero es un hecho social y político, además de económico. El mercado financiero es una práctica social habitual en las economías modernas, y a partir de él surgen convenciones sociales fundamentales. Por ejemplo, los préstamos que han generado la gran deuda externa en México se otorgaron bajo la justificación de lograr el desarrollo y la emancipación de la dependencia de México de los países más desarrollados (el imperio estadounidense). Sin embargo, éstos han representado el fortalecimiento de la dependencia histórica, dependencia que se osifica hoy principalmente donde los mercados financieros y comerciales causan osteoporosis crónica y terminal.
Las crisis financieras se han superado hasta ahora desde el abandono bajo justificaciones radicalizadas del pensamiento ricardiano, de que el sector agrícola por su baja rentabilidad debía ser sacrificado en aras de invertir en sectores más rentables. De hecho, la carga de la deuda externa se ha trasladado a la falta de atención e inversión al sector agrícola, marginalizándolo y excluyéndolo de las posibilidades de participación en el crecimiento y el desarrollo económico y social de los mexicanos. Los mismos préstamos internacionales no llegan con el afán de dinamizar los sectores cuyos habitantes tienen más necesidades, sino en aquellos donde la inversión extranjera ve mejores y mayores oportunidades de invertir y desarrollarse en su propio beneficio y repatriando la riqueza por supuesto. Es decir, no contribuyendo a la acumulación de riqueza necesaria para redistribuir y desarrollar.
Desde fines de los 80’s y sobre todo en la actualidad, la agricultura como fuente del PIB ha desaparecido, el sector servicios se ha abultado insuficientemente más como un aglutinador de exiliados del campo y recién egresados universitarios y como disfraz del desempleo asalariado y no asalariado. La improductividad de no inversión y abandono del campo son parte constitutiva de la ideología neoliberal rentabilista de los mercados eficaces, pues no se produce productivamente para suprimir el consumo de los grupos sociales que han vivido de esto para alcanzar las metas atesoramentistas antiinflacionarias.
Sólo en la medida en que se innove financiera y tecnoeconómicamente el encadenamiento productivo entre pequeñas, micros y medianas empresas, se podrá retroalimentariamente acumular el capital necesario geográficamente para el desarrollo económico y el desarrollo en términos generales más justo y equitativo. En el mundo “socioinstitucional” las políticas públicas producto de una economía política previa de economía ética es necesaria para un efectivo desarrollo de los pueblos latinoamericanos. La globalización se ha convertido en una forma invisible que arrasa con identidades, historias, cosmovisiones, imaginarios, símbolos, tradiciones, fronteras, culturas, valores y soberanías.
La apertura comercial del capitalismo global ha venido a osificar más las cartilaginosas estructuras de desigualdad existentes en Latinoamérica, a partir en particular del alto desempleo. Para nadie es un secreto ni sorpresa que el intercambio comercial, la acumulación de capital y el flujo de la riqueza, operan de forma desigual entre los países ricos y los países pobres, los pobres de los países pobres siguen siendo explotados por agentes nacionales e internacionales, actuando involuntariamente en beneficio de los pobres de los países ricos.
Lo anterior no podría hacerse sin ayuda de los Estados de los países pobres, pues las transnacionales se valen directamente de estos para acumular y concentrar capitales, profundizar las ventajas de las brechas tecnológicas y militarizar la economía merced la oligarquía gobernante nacional. Así, la ayuda exterior para la estabilidad, la industrialización, la diversificación comercial y el desarrollo, no son más que ayuda para sí mismos. La economía crece cuando crece la injusticia social y viceversa. El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo, es una consecuencia del “desarrollo” capitalista global de corte neoliberal.
Joseph Stiglitz, ha llamado a estos “fallos” de mercado ocasionados por las “recomendaciones” y políticas del FMI, que cree que los mercados pueden conducir por sí solos a la eficiencia y el desarrollo económico: fundamentalismo de mercado. Para este autor la globalización es un asunto de gobiernos y mercados. Consideramos aunado a esto, que el hecho de que se haya llegado a dar esta separación entre estado y Mercado, está sumamente relacionada con la disociación que se ha venido haciendo desde el ascenso de los economistas neoclásicos (marginalistas), que han venido manejando de manera cada vez más radical la no intervención del Estado en la economía bajo criterios de eficiencia, esto simultáneamente creo ha producido un corte entre economía y política, y así dando la posibilidad para separar eficiencia y equidad, libertad y justicia, licitud y legitimidad, validez y facticidad, teoría y práctica. Por lo anterior, la globalización no es como ya hemos indicado, el problema per se, sino lo qué está impulsando, cómo se está impulsando, quiénes la están impulsando y en virtud de qué intereses lo hacen. “…mientras la revolución de las comunicaciones globales aumenta la conciencia de estas disparidades […] estos desequilibrios globales son moralmente inaceptables y políticamente insostenibles”[8].
En México, las condiciones macroeconómicas parecen estar cada día funcionando más de acuerdo con los criterios eficientistas de los mercados diseñados y reglamentados hegemónicamente bajo el proceso de globalización, no obstante, dada la distribución de la riqueza que permiten dichos criterios y condiciones de eficiencia, la pobreza en México sigue aumentando, al igual que la concentración de la riqueza en pocas manos. Se suele justificar la pobreza y el aumento de esta en países como México porque no se ha controlado bajo políticas gubernamentales la tasa de natalidad, lo cual considero puede tratarse de un razonamiento falaz, puesto que la elevada tasa de nacimientos en el país bien puede ser la consecuencia y una de las causas de la pobreza creciente en México. Tanto como sería acusar que por falta de democracia no se da el desarrollo económico; o que por no acumular inmensas cantidades de capital financiero no se crece lo suficiente para distribuir la riqueza necesaria para el desarrollo.
El Banco Mundial define la pobreza cuantitativamente como ingresar individualmente dos dólares o menos para la supervivencia, y un dólar o menos es calificada como pobreza extrema o absoluta. Afirma Stiglitz que,
Salvo China, la pobreza se ha incrementado a lo largo de las dos últimas décadas en los países en vías de desarrollo. Alrededor del 40% de los 6,500 millones de habitantes del mundo vive en la pobreza (cifra que se ha elevado un 36% desde 1981), una sexta parte -877 millones- vive en una pobreza extrema (un 3% más que en 1981)[9].
Y es que la escasa o mínima participación del estado en la economía siguiendo las pautas de no intervención y eficiencia económica, acorde con las políticas llamadas neoliberales de privatización rentabilista, abandona a los pobres a su suerte, agudizando su miseria. Este liberalismo radical llamado por algunos “ultraliberalismo”, que nosotros aquí exponemos como neoliberalismo por sus profundos criterios economicistas, se convierte en el peor enemigo de las libertades, tanto como los mercados de la democracia y la acumulación del desarrollo y el bienestar. A juicio de Stiglitz,
La globalización económica ha desplazado a la globalización política. Contamos con un sistema de gobernanza global caótico y carente de coordinación a escala global sin un gobierno mundial. Se precisa una serie de instituciones y acuerdos que aborden un conjunto de problemas, desde el calentamiento del planeta al comercio internacional, pasando por la circulación de capital[10].
Coincidimos con Stiglitz con respecto a la necesidad de que existan instituciones globales democráticas y humanitarias que coadyuven integralmente a estas observancias, pero nos preguntamos: ¿y la ONU?, ¿y la UNESCO?, ¿el BID?, ¿el protocolo de Kyoto?, ¿no son estas instituciones entre otras las que si bien de anterior creación a la realidad global imperante, ya erigidas para cumplir las funciones anteriores?, ¿de qué sirve que existan - si en contra, por ejemplo, de los EUA al no querer firmar el protocolo, por un lado; y brincarse por razones de seguridad nacional a la ONU y bombardear Afganistán, por otro lado -, una potencia mundial (imperialista) de la globalización no se ha podido hacer nada?
Esfuerzos globales, “glocales” y locales deben actuar conjuntamente, siempre de manera democrática. En la medida en que la estabilidad de precios (inflación) siga siendo prioridad por encima de la estabilidad en el empleo, la justicia social, la distribución de la riqueza y el desarrollo, la democracia y la paz continuarán siendo un proyecto pospuesto en Latinoamérica. Lo anterior tampoco significa que propongamos regresar a una conducta de política monetaria cuya expansividad refleje una irresponsabilidad tal que coadyuve también a empeorar producto de incrementos frecuentes y recurrentes en los precios, a los más pobres y excluidos del desarrollo. “En Latinoamérica, entre 1981 y 1993, mientras que el PIB aumentaba un 25%, la cantidad de población que vivía con menos de 2.15 dólares al día pasó del 26.9% al 29.5%. Si toda la sociedad en su conjunto no comparte el crecimiento económico, entonces es que el desarrollo ha fracasado”[11]. Tanto los beneficios como los costos generados por la globalización se han distribuido de manera asimétrica.
Consideramos que la educación juega un papel fundamental en el desarrollo de toda persona, y a su vez la relación con el desarrollo económico es biunívoca y multívoca. Un cierto nivel de bienestar material (económico), es necesario como decía Aristóteles para aspirar a fases superiores de desarrollo y riqueza (virtud), es decir, no basta el desarrollo económico, pero es condición sine qua non para la libertad y el bienestar. Un país que no cuente con inversión en investigación y desarrollo tecnológico propio, será un país con “escasez” de capital, se verá obligado a importar y a consolidar en la medida de sus posibilidades e imposibilidades a “cartelizar” oligopólica o monopólicamente su industria a costa de sacrificar mercados internos, sinergias entre la economía rural y la economía urbana, modos y métodos de producción y de consumo tradicionales de los cuales penden millones de seres humanos para subsistir; microempresas, pequeñas y medianas empresas, e incluso grandes empresas que se ven obligadas a someterse a una empresa mayor para no desaparecer de la realidad “competitiva” global que conlleva implícito el paradigma económico de orientar todos los esfuerzos (y sacrificios) sociales a la exportación.
Así, las “ventajas comparativas” de las que hablaba David Ricardo, apenas podrían resultar ser competitivas para unos cuantos actores de nuestra realidad nacional, pues los lazos de dependencia con aquellos con quienes comerciamos (por ejemplo, EUA, Canadá y la UE), benefician más a aquellos que a nosotros. Lo anterior se ha puesto con mayor evidencia en el campo mexicano, donde la agricultura es sacrificada por razones de eficiencia y rentabilidad, en potencial beneficio del sector financiero y el sector servicios, con todos los costos humanos que esto representa. La pobreza se vuelve un asunto de eficiencia, de productividad y –dicen las tesis neoliberales- que tal vez el mercado pueda resolver a largo plazo. “Los países ricos han costado a los países pobres tres veces más en restricciones comerciales que lo que obtienen de ellos en ayuda al desarrollo”[12].
Las privatizaciones han tenido en México consecuencias negativas considerables en la distribución de la riqueza, aunado esto a las consecuencias que han resultado en materia de recursos naturales y medio ambiente y el llamado sector primario de la economía nacional: agricultura, ganadería, silvicultura y pesca. “La competencia entre los países en vías de desarrollo por atraer la inversión puede redundar en una carrera a la baja, puesto que las empresas quieren invertir allí donde encuentran leyes laborales y medioambientales más laxas”[13].
Las corporaciones transnacionales deben por un lado asumir una mayor responsabilidad moral, pero eso es difícil pensar que ocurra sino es con coerciones, mediante un sistema regulatorio más claro y estricto de parte del gobierno mexicano. Así mismo, ha quedado manifestado que una sociedad, una economía mientras más patenta correlacionalmente también experimenta un mayor crecimiento económico. El modelo capitalista global que paradigmáticamente se impone al mundo hoy, siguiendo su lógica acumulativista, ha hecho creer que el crecimiento y el desarrollo económico sólo son posibles en la medida en que más capital o riqueza se pueda acumular, aunque ahora se habla de ahorro interno o reservas, y se dice que son la condición sine qua non para la estabilidad económica, social y política de un país. Esta situación o medida, provoca que no sólo los países ricos evidentemente logren acumular más prescindiendo de realizar reinversiones necesarias en materia de infraestructura, desarrollo social y gasto público en sectores económicos estratégicos, cosa que al suceder en países como el nuestro bajo la retórica de “responsabilidad” monetaria o financiera en el manejo del gasto, agrava aún más la situación de pobreza y subdesarrollo que subsiste en México.
Otra justificación que se da para mantener “elevados” niveles de “reservas” es el de que estas sirven de respaldo a la moneda de un país, lo cual se liga al también recurrente discurso de que mientras más devaluada se encuentre una moneda necesariamente los productos mexicanos ya existentes en los mercados internacionales de exportación serán más competitivos, y a su vez, le serán abiertos las puertas a otros nuevos.
Creemos que lo que hemos dicho sobre el desarrollo económico, las patentes, la tecnología, la educación (inversión en capital humano) y fuertes mercados internos dejan al descubierto lo falaz de los argumentos anteriores. En el mejor de los casos, éstos sólo sirven para ofrecer garantías y generar así confianza al capital especulativo y golondrino que sólo produce riqueza para sí mismo y nada aporta a la distribución ni a las energías necesarias para el desarrollo.
Son realmente los especuladores nacionales y extranjeros, así como otras formas de corrupción sistemática los que hacen “necesaria” la existencia de estos “fondos” de garantías antiriesgos (blindaje financiero), cuando éstos deben ser reinvertidos para refrescar las inversiones sembradas para estimular los cultivos del desarrollo: educación, seguridad, infraestructura, creación de empleos, vivienda y salud. Esto, beneficia a los todos de una sociedad, la acumulación en forma de reservas es capital muerto, ira contenida, violencia, represión e ingobernabilidad iteradas.
Otro aspecto importante y necesario para el desarrollo de los mexicanos es la diversificación de su comercio internacional hacia otras naciones, eso no sólo disminuye el riesgo de la dependencia económica a los resultados económicos de los EUA, sino que políticamente nos otorga mayores y mejores posibilidades de ejercer libremente nuestra soberanía, con las consecuencias sociales que ello implica; además, puede sinergiar la expansión interna de nuevos mercados que posteriormente y también puedan destinar parte de su producción a la exportación, disminuyendo riesgos y dependencias que se traducen en costos sociales que se trasladan a los mexicanos más pobres. “La globalización significa que lo que en un aparte del mundo tiene consecuencias en todas las demás también, puesto que las ideas y el conocimiento, los bienes y los servicios, el capital y las personas atraviesan las fronteras con mayor facilidad…”[14].
El hombre es un ser que siempre ha estado unido a la naturaleza como parte de ella, en esta y a partir de esta, ha producido su cultura, de la cual es autor y parte, beneficiario y afectado, constructor y destructor, amo y esclavo tal vez en ciertos sentidos. De esta cultura, ha obtenido los conocimientos, prácticas y hábitos necesarios para transformar la naturaleza transformándose a sí mismo y con ello al medio ambiente, en el cual realiza sus posibilidades, construyendo así la sociedad en la que se desarrolla como ser humano individual y colectivamente.
Esta transformación de su mundo genera desarrollo, lo cual no sólo debe entenderse como categoría económica y/o sociológica. Pensemos, que una sociedad ha de considerarse desarrollada en la medida en que la mayoría (todos) de sus habitantes pueden cubrir sus necesidades por completo: alimentación, vivienda, educación, salud, identidad; y, renovar libremente sus aspiraciones. Por tanto, el desarrollo es una cuestión de índole cultural que ocurre en el tiempo y en el espacio en el que se dan los fenómenos económicos, sociales, políticos, tecnológicos, entre otros.
Esta necesidad humana de transformación de su medio físico ha llevado a los hombres a crear y utilizar ciertas técnicas, que a su vez van creando formas de organización, valores, actitudes, costumbres, divisiones del trabajo, formas de especialización, medios y fines, todo esto con el objetivo de transformar la sociedad, es decir, de desarrollarse. Aquí, en estos procesos transformadores, el progreso tecnológico se da más deprisa que el progreso moral, pues lo del primero se difunde más fácilmente, que lo del segundo.
El momento en el que los factores de la producción: trabajo, tierra, capital, etc., junto con la técnica (tecnología) y aspectos relativos propios a la organización social de éstos y que ya hemos mencionado, tales como: la división del trabajo y la especialización como condiciones necesarias para la expansión de los mercados, la esfera económica y su organización, parecen tomar si no vida propia, al menos si una diacronía cuyo paso la esfera moral no puede aguantar.
La organización social, queda así dependiente de los modos de producción técnicos y económicos al servicio del progreso como instrumento de medida racional del desarrollo de una sociedad como es claro ya desde Ricardo, se convierte en el instrumento clave para la acumulación de capital, vía un aumento en la productividad, la eficiencia y una constante desutilización de trabajo humano en la producción, con el objetivo de mejorar la masa de ganancias de los capitalistas, incidiendo negativamente en la vida social.
Progreso técnico = Progreso económico - Progreso social
Insistiremos, en que la acumulación de capital es necesaria para el crecimiento y el desarrollo, pero no puede hacerse a costa de crear y menos de acentuar las desigualdades y las injusticias existentes. La tecnología, con todo el tipo de exclusiones que produce, se ha convertido para el capitalismo global, en la herramienta más eficaz para apropiarse del producto social, a costa del trabajo y del empleo, a favor de la acumulación y en contra del desarrollo.
Hablar de innovación tecnológica para mejorar la productividad, significa ahorro en contratación de fuerza humana de trabajo, y dada la demanda de empleo que produce, los capitalistas encuentran el momento soñado para reducir los salarios, aumentar la explotación y flexibilizar otras cuestiones laborales como: vacaciones, pensiones, participación de utilidades, condiciones tabulares y de antigüedad, jubilaciones, prestaciones, entre otras, acentuando así, el descontento social y la inequidad imposibilitante del desarrollo y el bienestar.
El capitalismo se convierte en la fuente primordial de conflicto social. Trabajar sobre el proceso de acumulación es vital para entender los fundamentos del capitalismo global, con miras a posibilitar el desarrollo. En la medida que desembrollemos el desarrollo superando estas dificultades de carácter técnico y económico podremos aspirar a buscar un desarrollo más complejo, uno no ajeno a la economía ni a la tecnología, pero que requiere de otros insumos para satisfacer otras también necesidades humanas.
De hecho, la tecnología y la economía deben ser entendidos como medios para aspirar a estadios de desarrollo más elevados, en tanto la primera permite ahorrar sacrificio, energía y tiempo humano para realizar otras actividades, y el segundo es necesario para consumir y hacer uso de ciertos recursos transformadores y transformativos que permiten llevar una vida más satisfactoria y con mayor bienestar.
Ni la tecnología como avance con racionalidad propia ni la acumulación de capital considerados como fines, pueden servir a los fines del desarrollo. Cuando estas dos categorías, tecnología y capitalismo global (financiero-acumulativista) se han unido, el resultado ha sido una exclusión cuya inequidad va más allá de lo económico estrictamente hablando, pues parece estar atendiendo más a una suerte de discriminación y/o racismo a priori, con miras a sacar provecho precisamente de la desigualdad como sistema base “histórico” sobre el cual ha de realizarse la vida cotidiana en todo espacio geográfico, simbólico y cibernético. Así, la tecnología se vuelve en productora de desigualdades a priori a todo cuestionamiento moral posible de los a priori que sostienen dicho “paradigma”.
La tecnología, por tanto, no sólo ha engendrado términos y realidades como el de acumulación, productividad y eficiencia como los que ya mencionamos, ha sabido convertirse en elemento cuasisinónimo del progreso en su calidad de fin. La sociedad como insumo ha de ser transformado tecnológicamente para alcanzar el progreso. Lo que no se modernice, debe ser desplazado, si no sirve para la modernización por ser parte de otra tradición, será subocupado o no ocupado, es decir, superfluo al proceso de modernización que como concepto ha sido superado por el capitalismo global, al ser parte de la misma lógica de los mercados que contradictoria y simultáneamente produce acumulación y desigualdad.
La actividad humana comenzó así a orientarse con mayor energía a partir del siglo XX a la innovación tecnológica; la “cultura de los aparatos” se convirtió en la herencia a mejorar, aunque no siempre en virtud de la satisfacción de las necesidades humanas, sino más bien y cada vez más (siglo XXI) a generar deseos a abarcases mediante el consumo y la producción capitalista excluyente.
A medida que se innova las posibilidades de acumulación correlativamente aumentaban también, y a si la exclusión de la mano. Esa ha sido la racionalidad imperante durante la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI. Aquel excedente social del cual hablaban los economistas clásicos también ha servido a la acumulación en la actualidad aun cuando esto ha implicado en el caso de México, afectar la supervivencia misma de millones de seres humanos acostumbrándonos a percibir la desigualdad y la injusticia como pequeñas ineficiencias y/o externalidades que el mercado mientras más libre más pronto y mejor podrá resolver en el tiempo.
La misma generación de la riqueza se concibe entonces como una imposibilidad bajo un régimen de distribución equitativa de esta, hacerlo es ineficiente, distorsionante a los objetivos del capital; la productividad de este modo se afinca entonces en la desatención de las necesidades básicas de la inmensa mayoría de la población, estableciendo nuevas y/o más efectivas relaciones de dominación que evidencian la injusta distribución de la riqueza. El sistema comienza a autorreproducirse, la economía parece ya poder explicarlo todo, pues todo el espacio es organizado por este capitalismo global condicionando todos los otros ámbitos a su lógica de producción que por más que produce y se consume, no satisface las necesidades humanas ni distribuye equitativamente los beneficios y los costos que genera, teniendo como resultado la conformación de un contexto social de jerarquías diferenciadas claramente visibles producto de la extrapolación entre riqueza y pobreza de las estructuras sociales (sociedad capitalista).
El excedente pasa a formar parte del patrimonio exclusivo de quienes son propietarios de la tecnología, de los medios de producción, del gobierno, es decir, de las estructuras de poder, que no son otra cosa que los productores de la diferenciación social basada en la inequidad: el enriquecimiento de unos pocos, y la pauperización de millones.
Tanto el desarrollo, como la justicia y la democracia en estas condiciones no se antojan muy posibles. Esta situación globalmente va convirtiéndose en el argot capitalista, en el sistema de división “internacional” como principio ordenador hegemónico de organización social mundial, en el que la acumulación ha de realizarse más fácilmente fuera del sistema productivo, sobre todo, lejos del sector agrícola, es decir, en los mercados financieros. Así, la estructura económica llamada oligopolio (internacional) es impuesta localmente desde la globalidad capitalista.
Los defensores de la corriente del liberalismo utilizaban en su favor los argumentos tradicionales de los pensadores clásicos de la ciencia económica: la máxima eficiencia y bienestar se alcanzan cuando cada uno de los participantes en la producción y el consumo está posibilitado para luchar por su mayor beneficio, es decir, cuando los productores procuren el máximo lucro y los consumidores la más elevada satisfacción[15].
Lo anterior no es fácil de lograr, pero en libre competencia realmente competitiva la distribución de los costos y los beneficios en la sociedad no es ni por mucho tan negativa, como lo que ha sucedido con las políticas de corte neoliberal, donde los monopolios y los oligopolios en México y para los mexicanos, han distribuido la mayor parte de los costos a los más pobres, y casi todos los beneficios entre los más ricos. Incluso si el desarrollo se convirtiese en una cuestión de competencia en la naturaleza, tal vez la distribución sería más equitativa, cosa que en la sociedad no está resultando ser así.
El subdesarrollo ha tratado de ser explicado de diversas maneras, algunas de ellas de corte malthusiano o neomalthusiano aseguran que las altas tasas de natalidad y de presión demográfica son los causantes principales de este y de la miseria, por lo que toda crítica y solución se tornan sin buscar incomodar el actual sistema de acumulación del capitalismo global. Keynes hablaba de que si no se generaba una demanda efectiva producto de una economía que se acercara al pleno empleo con la inversión pública en infraestructura, tecnología y educación que aumentaran el consumo, la distribución del ingreso (riqueza) no se daría debido al paro y a la acumulación. Walt Whitman Rostow, creador de uno de los principales modelos históricos del crecimiento económico durante los años 60 afirmaba que,
Una proposición sustenta que dicha evolución puede transformarse en un proceso acumulativo y automático una vez superado un nivel mínimo de expansión. Esta superación es susceptible de acelerarse, dice la teoría, al aplicarse medidas orientadas a incrementar la eficiencia funcional de la economía. Una vez rebasado este estadio mínimo, el proceso evolutivo habría de ser irreversible e inevitable, por lo que todos los países llegarían fatalmente a ser desarrollados, a condición de que observen con cuidado las normas apropiadas y de que tengan la suficiente paciencia para esperar el advenimiento de esa condición, sin perturbar el delicado mecanismo de su evolución[16].
Para este ideólogo y gran impulsor del Consenso de Washington y de las Guerras de Corea y Vietnam, la solución para el desarrollo es imitar y asesorarse a, y, con los EUA, y listo, el desarrollo se convertirá en un “American Way of Life” en proceso evolutivo, es decir, el subdesarrollo como una etapa necesaria y por la que necesariamente hay que transitar antes de llegar al desarrollo, en donde se alcanza en riqueza a los EUA que van a la cabeza de la lista que este autor establece.
A manera de conclusión
Consideramos, que el desarrollo es algo que debe reflexionarse, teorizarse y practicarse de acuerdo con la realidad histórica de cada país. Lo que ayuda a una nación a desarrollarse bien podría subdesarrollar a otra y viceversa. Por ello, se ha insistido en la necesidad e importancia de considerar la pluralidad cultural e histórica de condiciones y mundos que existen en nuestro país antes de hacer cualquier aportación teórica en el sentido del desarrollo de los mexicanos, so pena de incurrir en absolutismos homogeneizadores negadores de la realidad.
Algunas acciones y/o cambios deberán ser estructurales o de fondo y otros coyunturales o complementarios (secundarios) para recuperar y reconstruir el tejido social, pues como se ha señalado e insistido en este trabajo, la globalización neoliberal y transnacional que impulsa el capitalismo y sus mercados financieros de capitales han conculcado en el rompimiento de los tejidos sociales en Latinoamérica y otras partes del mundo con grados y matices. Lo cual no deja de renovar, producir y reproducir muy diversas formas de violencia y tensiones que conllevan a olvidar la necesidad de repensar el desarrollo como alternativa para resistir y luchar por la emancipación de nuestros pueblos, futuros herederos y los recursos naturales en cuestión. Esto es, desde aspectos como los relativos a la distribución y densidad poblacional en el territorio, hasta aspectos relacionados con la educación y los usos y alcances de la tecnología, por un lado; así como cuestiones relativas a la tradición, capacitación, diversidad cultural, cambios en las mentalidades, manifestaciones artísticas, modalidades del intercambio, pautas del consumo, ahorro, inversión, preferencias y actividades a realizar en tiempos de ocio y esparcimiento. “…El concepto de subdesarrollo corresponde a un fenómeno característico que acontece dentro de una forma de organización determinada y en un período histórico particular, y no es tan sólo una posibilidad a través de indicadores diversos”[17]. Por ello, el subdesarrollo es un criterio capitalista necesariamente, no así necesariamente sucede con el desarrollo.
Los formulismos recetados por instituciones financieras internacionales a países como el nuestro para salir del subdesarrollo, iban desde el endeudamiento externo, la flexibilización laboral, tipos de cambio variable, acumulación de capital, desinversión en el sector agrícola, facilidades al capital financiero internacional exento de cargas fiscales y sin trabas a la repatriación y libre movilidad de capitales, libertad para contaminar y libre acceso a los recursos naturales, etc., políticas que a su vez generan otras políticas que traen costos inmensos al país y pocos o nulos beneficios.
Es necesario analizar cuáles son los aspectos y mecanismos institucionales sobre los cuales descansa la sociedad mexicana, cómo se encuentra organizada política y socialmente, niveles de educación e infraestructura, dinámica y diversidad cultural, división territorial, etc., que permitan al sistema en su conjunto respirar. En función del equilibrio existente entre las relaciones e interacciones generadas entre las “categorías” anteriores podrán tal vez realizarse algunos primeros trazos o bosquejos de políticas (públicas) que puedan orientarnos justamente y con respecto a nuestro desarrollo económico, social y humano a todos los mexicanos.
Referencias
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[1] Pérez, Carlota, “Revoluciones tecnológicas y capital financiero”, México, Siglo XXI, (2004), p. 28.
[2] Dos Santos, Teotonio, “The estructure of dependency”, en American Economic Review, vol. LX, núm.2, mayo, (1970), p. 231.
[3] Pérez, Carlota, “Revoluciones tecnológicas y capital financiero”, México, Siglo XXI, (2004), pp. 43-44.
[4] Castells, Manuel, “La era de la información: la sociedad red”, vol. I, México, Siglo XXI, (1996), pp. 30-33.
[5] Amin, Samir, “El futuro de la polarización global”, en Revista Nueva Sociedad, núm. 132, julio-agosto (2004), pp. 120-122.
[6] Cfr. Harnecker, Martha, “Haciendo posible lo imposible”, México, Siglo XXI, (1999), p. 203.
[7] Stay, Jaime, “El incremento de la polarización”, en Rigoberto Gallardo y Joaquín Osorio (coords.), Los rostros de la pobreza. El debate, ITESO, III, México, noviembre, (1998), pp. 231-232.
[8] World Comission on the social dimensions of globalization, a fair globalization: creating opportunities for all, Ginebra, Oficina Internacional del Trabajo (2004). Se puede encontrar en www.ilo.org/public/english/fairglobalization/report/index.htm “Una globalización justa: creando oportunidades para todos. [La traducción es mía].
[9] Stiglitz, Joseph, “Como hacer funcionar la globalización”, México, Taurus, (2006), p. 36.
[10] Stiglitz, Joseph, “Como hacer funcionar la globalización”, México, Taurus, (2006), p. 48.
[11] Stiglitz, Joseph, “Como hacer funcionar la globalización”, México, Taurus, (2006), p. 76.
[12] Stiglitz, Joseph y Charlton, Andrew, “Fair trade for all: how trade can promote development”, New York, Oxford University Press, (2005), p. 114. [La traducción es mía].
[13] Stiglitz, Joseph, “Como hacer funcionar la globalización”, México, Taurus, (2006), p. 251.
[14] Stiglitz, Joseph, “Como hacer funcionar la globalización”, México, Taurus, (2006), p. 352.
[15] De la Peña, Sergio, “El antidesarrollo de América Latina”, México, Siglo XXI, (1999), pp.2-3.
[16] Rostow, Walt, “Las etapas del desarrollo económico”, México, FCE, (1961), pp. 17-18.
[17] Rostow, Walt, “Las etapas del desarrollo económico”, México, FCE, (1961), pp.84-85.