EL DESARROLLO VISTO A TRAVÉS DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL

DEVELOPMENT SEEN THROUGH NEOLIBERAL GLOBALIZATION

Carlos Alberto Navarro Fuentes
Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México
betoballack@yahoo.com.mx
https://orcid.org/0000-0003-4647-9961

Fecha de Recepción: 12 de agosto de 2023
Fecha de Aceptación: 11 de septiembre de 2023
Fecha de Publicación: 29 de diciembre de 2023

Financiamiento:
La investigación fue autofinanciada por el autor.

Conflictos de interés:
Los autores declaran no presentar conflicto de interés.

Correspondencia:
Nombres y Apellidos: Carlos Alberto Navarro Fuentes
Correo electrónico: betoballack@yahoo.com.mx
Dirección postal:
México.

RESUMEN

El objetivo del ensayo consiste en reflexionar críticamente sobre ¿Qué ha entendido por Desarrollo la Globalización Neoliberal – si se ha ocupado de esta materia -? Lo anterior, realizando un recorrido sobre algunas de las implicaciones y consecuencias humanas que esta ha traído en términos de empleo, de generación de pobreza y diversos tipos de violencia, como desplazamientos forzados y migraciones. Ante este escenario, también buscamos contestar ¿Qué tipo de desarrollo económico, social y humano puede concretarse partiendo de este contexto? Las oportunidades existentes se distribuyen entre unos cuantos y las que, de hecho, ya las tienen; así como los costos de dicho capitalismo extremo, se distribuyen entre los que menos tienen, asegurando de ambos lados de la moneda que las cosas sigan igual, o en todo caso, mejorando en el sector beneficiado y empeorando en el más afectado. Se concluye que el desarrollo humano no es objetivo del neoliberalismo, sino generar la mayor riqueza posible para unos cuantos a través de la acumulación de capital, el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica que no tensione a los inversionistas extranjeros, sobre todo, mayoritariamente financieros y especuladores, así como atraer inversiones sin importar el costo humano, social y ecológico que esto conlleve.  

PALABRAS CLAVE: Desarrollo, Capitalismo, Globalización, Neoliberalismo, Democracia.

ABSTRACT

The objective of the essay is to reflect critically on What has Neoliberal Globalization understood by Development - if it has dealt with this matter -? The foregoing, making a tour of the implications and human consequences that this has brought in terms of employment, the generation of poverty and various types of violence, such as forced displacement and migration. Faced with this scenario, we also seek to answer what kind of economic, social and human development can be achieved starting from this context? The existing opportunities are distributed among a few and those who, in fact, already have them; as well as the costs of said extreme capitalism, are distributed among those who have less, ensuring on both sides of the coin that things remain the same, or in any case, improving in the benefited sector and worsening in the most affected. It is concluded that human development is not the objective of neoliberalism, but to generate the greatest possible wealth for a few through the accumulation of capital, the maintenance of macroeconomic stability that does not put stress on foreign investors, above all, mainly financiers and speculators, as well as attract investment regardless of the human, social and ecological cost that this entails.

KEYWORDS: Development, Capitalism, Globalization, Neoliberalism, Democracy.

INTRODUCCIÓN

¿Qué ha entendido por Desarrollo la Globalización Neoliberal – si se ha ocupado de esta materia -? Un panorama sobre las implicaciones y las consecuencias humanas.

Hoy día, el capitalismo financiero: electrónico, virtual y muchas veces al margen de la ley y la soberanía, ha suplido en gran parte al capitalismo productivo o de mercancías, generadores de empleos y basado en una lógica de reinversión. Ya no es uno que deba preocupar tanto –a mi parecer- por la división del trabajo, como sí por el trabajo mismo que ya no genera, del cual dependían el pago de impuestos en paralelo, entre otras cosas. Si el paro y/o alto desempleo forma parte medular para el mantenimiento de la estabilidad del sistema, sin trabajo y, por tanto, con millones de seres humanos sin empleo, sin considerar la calidad y el grado de explotación existente en estos, así como los mercados internos en extinción y una población que aunque ha venido desacelerando las altas tasas de crecimiento del período que abarca los años 40-70 del siglo pasado, esta no deja de aumentar. ¿Qué tipo de desarrollo económico, social y humano puede concretarse?

Las oportunidades existentes se cercenan, las que pudiesen surgir se nulifican en favor de la acumulación de capital y el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica que no tensione a los inversionistas extranjeros, sobre todo, mayoritariamente financieros y especuladores. Otra típica cuestión de este capitalismo del siglo XXI es que, el estado al abandonar el campo y la agricultura por no ser un negocio rentable para competir en la globalidad, en aras de cazar los mayores márgenes y las tasas de ganancias más rentables, este sector estratégico de subsistencia donde millones de latinoamericanos y latinoamericanas realizan su vida o tratan de sobrevivir, se ven obligados a aceptar la venta de semilla modificada biotecnológicamente con sus plaguicidas correspondientes bajo el marco de la ley facilitada por laxas regulaciones otorgadas por la elite local que recibe jugosas ganancias a cambio de otorgar los permisos; y si es necesario, a través de las policías políticas transnacionales conformadas por “carne de cañón” local que cumple las labores de un ejército mercenario, en aras de lograr los objetivos neoliberales de las grandes firmas y empresarios nacionales y extranjeras en este rubro.

Si bien durante la fase del capitalismo industrializador, el campo y lo rural, ya eran vistos con cierto desprecio, el capitalismo financiero-global, lo cede acaso a los capitalistas nacionales y extranjeros que sean capaces agroindustrialmente bajo criterios de especialización, productividad, intenso uso de tecnología con mermas mínimas  y división internacional jerarquizada corporativamente del trabajo, dirigir la producción en “términos atractivos” a la exportación, con pago mínimo o nulo de impuestos, repatriación de capitales al 100% o casi y una reinversión que al país local deja muy poco con relación a la riqueza generada por el capital, la tierra y el trabajo (campesinos y peones incluidos) ocupados y explotados, siendo de escaso o nulo beneficio para los campesinos y productores locales.

Otro criterio de exclusión implementado en el campo ha sido el tecnológico bajo la categoría denominada productividad. Bajo estas consideraciones capitalistas con presunta cientificidad, el campesino normalmente indígena y siempre en la escala social más baja, resulta desterritorializado en su transgeneracional e histórico hogar. Las opciones, morir de hambre allí, intentar emigrar a los Estados Unidos (situación que cada vez sucede menos entre los campesinos adultos o mayores mexicanos), hacerlo a una urbe dentro de la misma nación (la Ciudad de México en el caso de los mexicanos), morir de hambre o ir a engrosar las filas del narcotráfico u otros tipos de tráfico ilegal. El desarrollo para millones de seres humanos latinoamericanos quedó cancelado como opción.

La justificación de los hombres de Estado y los capitalistas de la nación en cuestión sería que conforme la “industria de manufacturas” se expandiera merced al proyecto de industrialización y modernización, las poblaciones y comunidades desplazadas de su tierra serían absorbidos por las industrias. Hoy, muchas de las industrias han venido siendo sustituidas por el sector servicios y de exportación. Según Walter Rodney, son cinco las características típicas de una nación subdesarrollada: 

a) estancamiento en la agricultura y su dislocación del resto de la economía; b) falta de industria (por lo menos en el sentido de una industria orientada hacia un mercado interno); c) balanza comercial desfavorable; d) extraversión en términos de verse obligados a exportar productos primarios e importar productos industriales; e) incapacidad para una acumulación efectiva dentro de la economía interna debido a la pobreza general y al carácter dependiente de las elites que si logran acumular[1].

Con relación a este último punto, alimentándose el capitalismo de la acumulación se construye simultáneamente el proceso por el cual se va desarrollando el empobrecimiento de las masas trabajadoras y no trabajadoras, lo cual no solo complica la posibilidad de generar riqueza, sino que además esta pueda distribuirse equitativamente sirviendo así para los fines del desarrollo. Esta acumulación del capitalismo global no se preocupa por la reproducción del trabajo local ni por las condiciones en las que este se da y mucho menos por el impacto que su presencia tiene en el espacio local.

Lo anterior implica que este sistema económico va adquiriendo solidez y legitimidad operando de manera racista y discriminatoria, además de esquizofrénica. Los resultados provocados en este ámbito en México, por ejemplo, han acuciado y exasperado la situación económica y social de los habitantes que se encuentran principalmente en zonas no urbanas, intensificándose la pobreza, la exclusión, el subdesarrollo e infinidad de brotes de grupos criminales afines al narcotráfico, al “huachicol” (robo y venta de combustible clandestinamente), extorsión, secuestro, asesinato, entre muchas otras prácticas violentas e ilegales.

El comercio, elemento insoslayable e imprescindible para el desarrollo de las naciones, debe ser repensado para que puedan aumentarse los beneficios y distribuirse de mejor manera, es decir, equitativamente y contribuir así a un desarrollo más justo donde los seres humanos en cuestión puedan libremente desplegar sus potencialidades y posibilidades. Casarse con orientar todas las energías hacia la exportación, es apostar todo a una división internacional del trabajo para la cual ni estamos preparados ni nos puede resultar conveniente, entre otras cosas por la extrapolación socioeconómica que persiste en nuestros países latinoamericanos con respecto a las naciones más ricas y poderosas. Por el contrario, continuar con esta lógica sólo coadyuvaría a concentrar más capital y reproducir así, el sistema con todo y sus inmorales e inhumanas desigualdades.

Esta división del trabajo no puede servir a nuestros intereses debido también a que no somos un país que desarrolle su propia tecnología, no contamos con el personal suficiente ni suficientemente cualificado o educado a esta división del trabajo que requiere de inversiones de capital intensivo, tal que nos permita alcanzar la productividad indispensable para competir satisfactoriamente, y en virtud de estas y otras circunstancias, retener el ahorro suficiente para beneficiarnos de dicha en dicha partida global y fortalecer a la vez los mercados internos. En esta misma lógica que con términos como eficiencia, utilidad marginal, tasa de ganancia y productividad ha expulsado a los campesinos de sus tierras, sepultándolos en corredores industriales, maquilas y otras economías que se generan en guetos urbanos o conurbados, verdaderos cinturones de miseria a travesados por la drogadicción masiva, la violencia, el estrés, la desnutrición y la desesperación, entre otras cosas. Poco a poco, el capitalismo siguiendo su lógica expansiva –como Ricardo ya había anticipado- se da cuenta de que el nacionalismo económico debía ser trascendido para que la acumulación del capital progresara.

Como sabemos, el Estado sigue jugando un papel –a veces poco visible- importante en la promoción, financiamiento y política empresarial y de mercados, sobre todo en los países más ricos, no obstante, en países como los nuestros, las comunidades locales sólo podrían identificar capitalismo con destrucción. Este acumulativismo, no pocas veces entendido por los capitalistas como sinónimo de desarrollo, no sólo ha resultado en disminuciones presupuestales en los rubros de la educación, la salud y la seguridad pública, desarrollo social, infraestructura, combate a la pobreza, etc., sino en todos los ámbitos que en su conjunto, complementariedad y sinergias resultan indispensables para incentivar, gestionar y permitir que operen las fuerzas necesarias del desarrollo en términos éticos e incluyentes.

Este capitalismo en proceso de internacionalización (globalización), lo que dividió y puso especialmente a competir, fue a las comunidades entre sí, a los individuos que conforman estas y con su medio físico y sistemas de creencias, valores y hábitos, a nivel local-comunitario, regional, nacional y global. La ganancia se convirtió en el signo cotidiano. Rosa Luxemburgo adujo que, “en ultramar, el capital comienza con la dominación y la destrucción de las comunidades tradicionales, acto histórico fundacional del capital, desde entonces el epifenómeno constante de la acumulación”[2].

Lo anterior puede implicar que, sin comunidades y formas no capitalistas de producción, por tanto, subdesarrolladas, de acuerdo con la nomenclatura, el capitalismo no tendría que destruir para reconstruirse cotidianamente. La cuestión de la distribución me parece un elemento clave para el desarrollo y que el capitalismo no ha querido ver en términos de equidad y justicia, por ser el crecimiento y la acumulación sus prioridades. Así como le cuesta trabajo distinguir entre crecimiento y desarrollo, de igual manera no ha querido distinguir entre necesidad y deseo, de aquí que, si un pueblo o una población determinada se está muriendo de hambre y por tanto no tiene recursos para demandar en los mercados, no obstante, su gran perentoria necesidad, estos estarán condenados a muerte, so pena de incurrir en “costosas” ineficiencias y distorsiones de mercado. Para que el desarrollo económico en términos éticos pudiese darse, habría que transformar las necesidades básicas para el bienestar: comida, vestido, vivienda, seguridad, derecho a la identidad (o diferencia cultural) y a la educación, en “cantidades demandadas” que, de no quedar plenamente satisfechas, no podría aspirarse a un mayor y mejor desarrollo.

Partiendo de aquí, la distribución de la riqueza alcanzaría la mejor distribución de otros beneficios materiales e inmateriales para que los seres humanos pudiesen llevar una vida más digna de ser vivida y a la postre, con mayor calidad de vida. Incluso es importante entender que el desarrollo no es ni debe ser sinónimo de urbanización, por el contrario, si en el campo y el espacio no urbano en general, el nivel de calidad de vida no entra formando el pilar y motor principal del desarrollo no habrá bienestar que se pueda lograr mayoritariamente. El campo debe ser fortalecido con y partiendo de quienes allí habitan, y no acuestas de estos.

La distribución de los bienes del desarrollo se complica aún más con la globalización capitalista neoliberal, transnacional y financiarista, pues competir se dice de los monopolios y oligopolios, sentando las bases para la concentración y acumulación de capital, es decir, de la riqueza no distribuida, al menos en empleos y reinversiones. La atención al espacio rural y agrícola como pilares del desarrollo es fundamental, tanto para efectos de la creación de economías mixtas, mercados internos, así como para el desarrollo en general, siendo esta parte en particular de la cadena tradicional de la economía clásica, la que queda a más deber, imposibilitando así siquiera pensar en las prácticas indispensables para el desarrollo ético, equitativo y justo.

Como ya dijimos antes, mirar al campo sólo desde la óptica rentabilista no asegura ningún proyecto prometedor en la materia. Esto es, la agricultura de subsistencia debe coexistir con la agroindustria, y tal vez de acuerdo con las necesidades internas de nuestros países, y las condiciones externas de exportación de cultivos. Ser la primera de estas, la base del sistema y las políticas públicas (económicas, fiscales y sectoriales) tendiente a su consecución. Y es que el mismo sistema de acumulación internacional, complica la acumulación nacional, donde el capital no puede prácticamente distinguir entre explotación de personas, de recursos naturales, de contaminantes y residuos, entre otros costos de oportunidades, externalidades y costos de otros tipos. Tan es así, que llegar a Marte, producir e invertir en la tecnología más avanzada para la industria armamentística es más importante que combatir el hambre y la miseria extrema en los países más desarrollados.

Por lo anterior, tal vez no sería sumamente equivocado afirmar que el capitalismo no monetario es más racista que el monetario, cada vez que hay o se gesta una “mejor” forma de dividir el trabajo, no es sin innovación tecnológica y una mayor explotación del trabajo. El mercado se organiza, y organiza globalmente todo espacio, imponiendo las pautas y modos de producción, de organización, de distribución, de consumo, luego de percibir, de pensar, de actuar, de trabajar, de administrar y de significar.

La vida local entra en un proceso dinámico de destrucción-construcción, de desenraizamiento, desterritorialización, dessubjetivación y desciudadanización. La vida y el espacio local quedan intervenidos, sólo la imaginación y la invención pueden operar como resistencias revolucionarias pragmáticas en contra de dicha totalidad homogeneizante. El capitalismo global ocasiona como es el caso en Latinoamérica, un desarrollo que subdesarrolla e institucionaliza el atraso y el despojo constante contra los desposeídos. Las situaciones anteriores, desmoralizan y producen malestares sociales no sólo entre los menos favorecidos socialmente, sino incluso entre amplios sectores de las llamadas clases medias. El trabajo, por ejemplo, se vuelve enajenante incluso para la llamada clase alta, en nombre de la flexibilidad laboral y la productividad, la empresa global se organiza tan horizontalmente como para prácticamente nulificar tanto ascensos como carreras de vida en esta, por lo que el ahorro deja de ser un lujo y se convierte en una obligación que pueda asegurar riqueza necesaria para el período de jubilación y/o extralaboral.

Los sindicatos, cómplices de estas políticas producto de las medidas económicas de corte neoliberal, se vuelven enemigos de sus representados, obstaculizan el posible contacto entre obreros y empresarios que pudiesen llevar a unas relaciones laborales más democráticas que resultasen en una mejor calidad laboral y redistributiva de los beneficios y excedentes. Consideramos que, tras el libre mercado y la libre empresa, ambas instituciones fundamentadas en la propiedad privada como a priori al sistema del capitalismo global, se esconde tras una retórica legitimista de supuesto liberalismo, un estatus y un proyecto que actúa a favor de unos pocos y en contra de muchos.

Una tecnología que excluye y lleva a padecer, más que a incluir y beneficiar; una estructuración económica no competitiva como es el oligopolio y la bursatilización de los excedentes, más que aumentar el número de agentes empresariales en los mercados; un “liberalismo” que le tiene tirria al Estado, a las instituciones, a las leyes locales y a los tratados internacionales que puedan poner en peligro sus exorbitantes tasas de ganancia; una acumulación de capital que conlleva a enfrentar a los seres humanos en lugar de liberales y contribuir a su desarrollo y bienestar individual, comunitario y nacional.

El descontento que producen las situaciones anteriores y que llegan a traducirse en movilizaciones sociales a nivel global y nacional, son consideradas como distorsiones o distorsionantes del “orden espontáneo” del mercado y la economía, por lo que los capitalistas instan a los gobiernos de los Estados a actuar, pero no para resolver las injusticias que el modelo produce socialmente, sino para reestabilizar el “orden”, esto es, violentar más las violencias que los inconformes y con razón para estarlo, vienen padeciendo hace tiempo y de las cuales ya hemos hablado. Así, la democracia se vuelve signo y discurso sin siquiera verosimilitud válida y práctica en los hechos.  

El pensamiento sobre el Desarrollo ha dependido históricamente con la consonancia que este concepto o idea programática pueda albergar con respecto a su época, esto conforme a lo que ya Hegel decía sobre la filosofía, al referirse a esta como una época puesta en ideas. Así, de acuerdo con el momento histórico y la espacialidad geográfica a los cuales hagamos alusión, la concepción sobre el desarrollo que podemos esperar. Afirma Jean-Philippe Peemans que

Sobre el concepto de desarrollo vamos a comenzar a encontrarlo dentro de la literatura específica a partir del final de la Segunda Guerra Mundial. A partir de este momento, surgen los estudios sobre el desarrollo que prometían poner fin a la pobreza de las masas que estaba presente como la característica básica de tres cuartas partes de la humanidad. De allí, que se buscaran sistematizar las leyes universales del progreso, suponiéndolas como la base del avance de la minoría de países que ya se habían beneficiado de este progreso”[3].

De aquí, fue más fácil hablar y reflexionar sobre el subdesarrollo de unos y la industrialización de otros. El desarrollo, por tanto, comenzó a pensarse a partir de su no presencia, como Baudelaire en su obra La Recherche du temps perdú. Así, el desarrollo se entendería como una receta de progreso cuyo secreto sería transferido de los países industrializados a los que menos lo estaban, como fórmula y planes de acción hechos a la medida y fácilmente adaptables, los males eran transmitidos como leyes universales. Los resultados más pronto que tarde revelaron la complejidad real del asunto en la práctica, volviéndose necesaria la revisión del cuerpo teórico.

Estudiar el desarrollo como concepto, como teoría o como práctica, no puede ser objeto de una sola ciencia, se requiere que este sea tratado como objeto de estudio desde la transdisciplinariedad, como algo operacional e instrumentalmente tratado como una realidad óptima en el mundo. “El dominio del desarrollo está constituido efectivamente por una interacción continua entre una dimensión positiva (conocimiento de la realidad) y una dimensión normativa (voluntad de acción sobre lo real)”[4].

Lo anterior implica que dicha transdisciplinariedad para tratar el desarrollo no puede darse sino por medio del diálogo entre ciencias, saberes, tradiciones, retóricas y actores. Como ya decíamos, la noción de desarrollo dependerá y deberá ser planteada acorde con una cierta posición ideológica, cultural, histórico-temporal, entre otras cosas, por ejemplo, hoy no podríamos hablar del desarrollo sin atender la presencia paradigmática de la Weltanschauung llamada “globalización” (neoliberal) y el neoliberalismo. Peemans agrega que

El dominio del desarrollo viene a renovarse continuamente por estar en el centro de conflictos entre autores que lo impulsan en cada época con relación al contexto histórico. Esta renovación se busca imponer a otros a través de diversas estrategias y diversos modelos económicos, políticos y culturales. El desarrollo está en el corazón de los resultados entre el poder y las coaliciones de actores que detentan el poder o aspiran a detentarlo[5].

Lo anterior significa que no podemos hablar del desarrollo ni teórica ni prácticamente, exceptuándonos del poder, de la cultura, de la subjetividad, del lenguaje, de la ciencia, del avance tecnológico, etc. La mayor parte –sino es que todas – de las concepciones sobre el desarrollo, han tenido al menos hasta ahora la idea de “progreso” como el fin hacia el cual debe tender este. Incluso, cuando en estas concepciones se llega a hablar de bienestar, de calidad de vida o felicidad, el progreso es medio y/o fin de las ideas anteriores, cuando no hasta sinónimo. La ecuación del desarrollo es mucho más compleja que la fórmula de Bretton Woods no basta la estabilización monetaria, la apertura comercial, la supresión del déficit fiscal, la desregulación y las privatizaciones.

Desde esta visión, existe una convergencia innegable entre los enfoques economicistas del desarrollo, ya sean neoliberales, neokeynesianos, estructuralistas o marxistas. Estos pueden divergir profundamente sobre la manera de concebir los principios del funcionamiento del “orden de cosas”, por ejemplo, el papel del Estado o del Mercado, pero sobre la idea del desarrollo convergen en que la idea de desarrollo se centra en la industrialización, el crecimiento, la acumulación y los sistemas de información. “Para ellos, el desarrollo se confunde con un proyecto aún no acabado de modernización del mundo”[6].

Así, con todo y las necesidades de desarrollo que no acaban de ser satisfechas a pesar de la instrumentación e imposición de programas para su consecución, la globalización pasa a convertirse en la nueva realidad paradigmática, con un grado de complejidad y elaboración muy cercana a un totalitarismo internacional. ¿Dialogar? Es indispensable, pues las estadísticas y los números muestran que desde el entronizamiento del capitalismo neoliberal-globalizante como proyecto hegemónico (in)civilizatorio, no sólo hay unos cuantos países que se han beneficiado de manera importante (globalizadores), mientras que el resto que son la mayor parte del mundo (globalizados) se han visto afectados negativamente. Incluso hacia el interior de las naciones latinoamericanas, las diferencias entre la “elite” y el “pueblo” se han visto incrementadas y la polarización existente entre estos, agudizada peligrosamente y no solo en términos electorales.

En el afán de ganar competitividad internacional “nuevas” formas de dependencia neocolonialista han ido surgiendo en detrimento principalmente de las poblaciones de los países más pobres, tal es el caso de las catástrofes producidas por el cambio climático que afectan mucho más a los más vulnerables; problemas sociales provocados por la excesiva migración de población del Sur al Norte, entre otros que afectan de manera distinta a ambas partes. Tal vez valdría la pena explorar si solamente los países ricos (globalizadores) se están beneficiando de los “recursos” naturales y humanos abundantes de los países pobres, ya que las elites locales ilegal e ilegítimamente también obtienen beneficios directa e indirectamente de los malhechores y de los males permisivamente provocados, respectivamente. Afirma Jorge Riechmann que

No podemos seguir tratando irresponsablemente el medio ambiente como un depósito inagotable de materias primas y como un (verdadero) vertedero de interminable capacidad para nuestros desechos y contaminaciones […] El acceso a los recursos naturales en el mundo actual es extremadamente desigual: se ha calculado, por ejemplo, que un ciudadano estadounidense consume o destruye quinientas veces más recursos naturales que un hindú[7]   

Siguiendo en la misma línea, afirman Enrique Rubio y Marcelo Pereira que

EUA, con el 5% de la población mundial, hoy genera alrededor del 22% de las emisiones de gases carbónicos; contra cerca de un 3% producido por la India, que posee el 16% de la población mundial. Si los chinos adoptaran las pautas de consumo energético de Francia, se ha estimado que las emisiones de gases carbónicos aumentarían en un 70%”[8].  

Tal parece como si los países ricos buscaran aspirar lo susceptible de ser globalizado de las naciones globalizadas en beneficio de los primeros, entrando en una espiral que podría llegar a tener consecuencias funestas en breve, como cuando lo que les interesa globalizar de los globalizados a los globalizadores, quede todo en sus manos y/o se agote. Nuestra crítica no va encaminada a oponernos arbitrariamente al crecimiento y al desarrollo, ni a la generación de riqueza, sino a concebir y concretar modelos de desarrollo verdaderamente humanos, que vayan en la línea de lo que se ha denominado “desarrollo sustentable”, de manera que la sociedad satisfaga equitativamente las necesidades de sus habitantes sin poner en peligro la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras. Enrique Leff por su parte, considera que

Hablando de desarrollo, una ética ambiental de corte humano y plural no puede faltar, ya no puede cometerse el error epistemológico de considerar naturaleza humana y naturaleza “ecológica” por separado, la conservación de la diversidad biológica en nuestro país y el respeto a la pluralidad étnica y humana son cartografías simbióticas en el espacio y en el tiempo, ambas “categorías” dan lugar a otras sin las cuales no podríamos explicarnos una sin la otra, tal es el caso de hábitat, contexto cultural e histórico, cosmovisión, origen, escritura, poesía y literatura, mito, lengua y escritura, formas de organización, etc.”[9].

El que suscribe considera y a partir de esto propone una revisión de la “evolución” de las teorías sobre el desarrollo en el marco de la globalización neoliberal, siendo esta última vista como la promesa de la última fase del capitalismo inmersa en la modernidad que habrá de consumar la utopía del progreso. Lo mostrado hasta ahora por este capitalismo voraz no puede continuar sino es en detrimento del desarrollo, entendido como el bienestar y la felicidad de los seres humanos que habitan el planeta en general, y en Latinoamérica en particular.

Contra la fragmentariedad que está produciendo y de la cual está dando cuenta la globalización, se vuelve necesario en términos de desarrollo, que de acuerdo a la reflexión sobre las teorías existentes en las que nos hemos apoyados, relocalizar el desarrollo espacialmente, es decir, desde la geografía misma contextualizada en términos de cultura, historia, geografía, tradición, lengua, ecosistema e idea del futuro, sean rastreadas las distintas ideas sobre el desarrollo y el contexto histórico que ha dado lugar a estas, resultando de suma importancia identificar las contradicciones de los modelos y las perspectivas, y así generar alternativas.

Hoy, la realidad de un mundo globalizado hace necesaria la revisión y reconceptualización del desarrollo, pues la globalización neoliberal a veces llamada también capitalismo tardío, se presenta como el paradigma del desarrollo, el progreso y la modernización. ¿Por qué revisar este concepto de desarrollo en la realidad mundial global?

El concepto de desarrollo y una breve historia de este en américa latina

Como pretendí mostrar en los apartados anteriores, la globalización neoliberal y en específico financiera, bajo ciertas circunstancias y contextos ha logrado efectivamente resultados macroeconómicos como crecimiento (PIB) y estabilidad (inflación reducida y controlada) importantes y a veces hasta sorprendentes en tiempo récord, no obstante, y si bien es cierto también que, otras cifras económicas y sociales del orbe están demostrando un aumento en el consumo y el intercambio comercial, financiero y económico en el mundo, los beneficios y los costos se están distribuyendo de manera inequitativa, siendo los países más ricos los que reciben la mayoría de los primeros, y los más pobres, la mayoría de los segundos. Lo anterior acentúa aún más las diferencias entre el Norte y el Sur del planeta.

Resulta claro en la Historia, que el Occidente (Europa) fue la primera parte del planeta que por medio de la religión y la economía se expandió a otras partes, en muchos casos avasallando culturalmente a otras culturas, pueblos y cosmovisiones a través de sus ideas religiosas e ideologías basadas en la racionalidad y la ciencia, y enfocadas a alcanzar la modernidad y el progreso, confundiéndolas por lo general con los imperativos necesarios para que se diera el desarrollo. Las cifras y las estadísticas arrojan que en tanto una nación menos posibilidades tiene de competir en los mercados internacionales, más se marginaliza de las posibilidades de desarrollo.  

Como señala Peemans, “los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial crearon en los países del Norte, las nuevas condiciones para un crecimiento rápido de los sectores de bienes, equipos y consumo”[10].  El hecho de que los EUA hayan salido como los grandes triunfadores de la Segunda Guerra Mundial, convirtió el “crecimiento económico” en una ideología e instrumento político que habría de servir a sus intereses tanto al interior como al exterior de la nación misma. A partir de este momento, a pesar de la polarización de poderes del mundo, una lucha desenfrenada por implantar la hegemonía del poder geopolíticamente inició, junto con la guerra ideológica, el pragmatismo militarista y el capitalismo de la economía de mercado comenzaron a ser el nuevo “espíritu” del desarrollo.

El crecimiento (macroecónomico) se convirtió en el factor de medición del bienestar social (y humano), supliendo al concepto de desarrollo. Las utopías “totalizadoras” del bien-ser, no cesaron, por el contrario, se radicalizaron tanto del lado liberal-capitalista como del lado marxista-comunista, basando el ideal de progreso sólo en lo material y olvidando la calidad de vida; la modernización sólo se alcanzaría en la medida en que la realidad se apegara a la ideología. Ambas partes, tanto los EUA como la entonces URSS, se avocaron a realizar “intervenciones” a diestra y siniestra en todo el orbe, con el objetivo de “desarrollar” a “sus socios”, es decir, aquellos países que explícita o tácitamente eran invadidos por éstos. A partir de aquí, se abre una nueva era para los países del Sur, como América Latina y África. Comienza a hablarse de “ayuda para el desarrollo”, “subdesarrollados” y “Tercer Mundo”. Esta supuesta “ayuda para el desarrollo”, pronto queda evidenciada como una nueva forma de dominación, hegemonía y neocolonialismo, que incluye la sobreexplotación de los seres humanos y los recursos naturales en beneficio de los EUA y Europa, principalmente.

Se dan procesos de masificación y exterminio de poblaciones enteras, con el pretexto de llevar a cabo acciones necesarias por gobiernos dictatoriales impuestos desde los EUA, cuyo objetivo es el control y la dominación total sobre los territorios y las poblaciones, en detrimento del desarrollo y el futuro de estos. Durante los años 60 los estudios demográficos cobran una importancia tal, que se llega a justificar que el subdesarrollo se debe principalmente a los efectos socioeconómicos que producen las altas tasas de crecimiento poblacional. Es evidente la relación que estos guardan entre sí, pero no la relación causal unívoca. Surge entonces la teoría de la modernización, la cual se basa en los siguientes aspectos, según Peemans[11]:

a)        Visión instrumental de todos los aspectos sociales con relación al crecimiento económico.

b)        Insistencia en cambios estructurales que permitan pasar de lo tradicional a lo moderno, y del subdesarrollo al desarrollo.

c)        Estructuración de lo social en términos de relaciones entre grandes agregados macroeconómicos y demográficos.

d)        Visión mecánica y estrictamente cuantitativa de los problemas poblacionales, instrumento necesario para el crecimiento.

e)        Visión esquemática de la historia para encontrar leyes universales de la modernización, donde se dé una perspectiva convergente de la construcción de tipologías y teorías de transmisión.

Durante los años 70 planes ortodoxos y heterodoxos fueron implementados a través de diversos organismos financieros internacionales, los cuales consistieron principalmente en créditos sindicados que, por medio de un gran despliegue de burocracias y corporativismos públicos, de instituciones y políticas públicas, pretendieron desarrollarse. Los resultados fueron desarrollismo, deuda externa severa, futuro comprometido, ineficiencia económica, cracks bursátiles, devaluaciones, corrupción, proyectos en ruinas, desfalcos, etc. El desarrollo se volvió discurso: un modo particular de pensamiento, y una fuerte práctica diseñada para infundir en los países “subdesarrollados” el deseo de luchar por conseguir el crecimiento industrial y económico.

El surgimiento del Estructuralismo como base teórica para lograr el desarrollo para América Latina hizo su aparición, la CEPAL, Raúl Prebisch y Celso Furtado, con el objetivo de elaborar planes para evitar seguir siendo tan dependientes de la “ayuda” exterior, de tal manera que tanto el crecimiento económico, como algunos otros factores se reflejaran en un mayor desarrollo para América Latina de manera tal, que pudiera traer la paz y la estabilidad social y política. La coyuntura política al finalizar la Segunda Guerra Mundial hizo posible la creación de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y El Caribe). La CEPAL, haciéndose eco del deseo generalizado de desarrollo, produjo una teoría que consiguió consensuar los intereses divergentes en América Latina. La industrialización era la pieza clave para el desarrollo de las naciones de América Latina, lo cual apenas logró ciertos resultados mínimos, a costa de provocar migraciones masivas a las urbes, explotación excesiva de los recursos naturales, abandono del campo, pauperización y marginación, cinturones de miseria conurbados.

En los años 80`s, con la crisis de la deuda se abandona la construcción de un sistema económico nacional basado en el dinamismo del mercado interno, que durante casi medio siglo había contribuido a consolidar la unidad nacional. Las penurias económicas dieron nuevas fuerzas al movimiento opositor al régimen autoritario que provocó el llamado a elecciones y con éstas la restauración de la democracia. En el campo económico se pusieron en práctica políticas neoliberales, aconsejadas por los organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial.

Los EUA estaban convencidos de la necesidad de crear una comunidad internacional de elites políticas que compartieran el American Way of Life universalmente, era indispensable para abrir y asegurar la participación y expansión de sus empresas en nuevos territorios. Así, esto involucraba la necesidad de una nueva conformación de los estados nacionales, en detrimento de las culturas, historias y contextos de los países afectados. La modernización se tornaba así en una imposición planeada desde el exterior que no necesariamente coincidía con los intereses inmediatos ni de largo plazo de las naciones. Por lo general, incluso resultaban contradictorios. El autoritarismo y los gobiernos dictatoriales no se hicieron esperar.

El liberalismo y las visiones del liberalismo acerca del desarrollo son claves para entender el problema del desarrollo actual en América Latina, pues de aquí se desprenden tanto la teoría neoclásica de la economía, el neoliberalismo y la globalización (neoliberal). El liberalismo se basa en una utopía pragmática, la de las pequeñas mejoras en el marco de una sociedad abierta. El liberalismo fue señalado, no ocasionalmente, como la ideología desprovista de utopía, así como el “No hay alternativa” de Margret Thatcher (TINA”: “There is no alternative”- El liberalismo es una corriente política social, cuya evolución ha radicalizado sus propuestas originales al grado de dividir a este en político, social y económico, tal que hoy día el económico (postura básica radicalizada del neoliberalismo) funciona rectora y jerárquicamente sobre los otros dos. Para los renovados ultraliberales de la economía y del mercado (Hayek, Nozick, Friedmann) cuanto menos gobierno haya, mejor.

El orden existente en una sociedad de mercado liberal es aceptado como la forma más natural y elevada del ser humano. El liberalismo quiere en este presunto orden natural dar a los individuos, si es posible, mucho espacio para su desarrollo personal. La estructura de la sociedad, especialmente el orden desigual sobre la propiedad privada debe ser aceptada. El cambio de estructura es contranatural y rechazado. El desarrollo para esta corriente de pensamiento se basa en la iniciativa y el potencial del individuo para crecer y desarrollarse, pero no deja lugar a un elemento necesario para que la comunidad/nación pueda desarrollarse también, tal como la solidaridad y el compromiso con la comunidad. Esta visión liberal del desarrollo individualista se construye sobre el Estado de derecho y la democracia, por un lado; y sobre el mercado, la propiedad privada y la libre empresa, por otro lado. Los excesos propios del liberalismo producen el surgimiento del social-liberalismo.

En tanto el neoliberalismo sería una fijación económica. El social- liberalismo dedica mayor atención a lo social, a aquello que, a pesar del crecimiento económico experimentado por una nación, requiere de ciertas medidas de participación del Estado para atender a aquellos sectores que no se ven directamente beneficiados de dicho crecimiento “macroeconómico”. Precisamente por eso hay que entender al social-liberalismo como al que implementa la lógica neoliberal, de modelo neoclásico de mercado sobre lo social.

En América Latina en tanto, surge la llamada “Teoría de la Dependencia” (Raúl Prebisch, Celso Furtado) como respuesta a los excesos neoliberalistas que, si en Europa mostraba sus defectos, en nuestro continente costaba vidas humanas y producía pobres para exportar masivamente. Esta dirigía sus ataques principalmente contra la escuela de la modernización, viendo el subdesarrollo como el producto histórico de la explotación del Sur por el Norte y de la Periferia por el Centro. De la interdependencia se pasó a la transnacionalización, la cual basada en el comercio internacional y el sector servicios de economía libre de mercado, habría de producir el desarrollo (Nuevo Orden Económico Internacional). De aquí, se pasó a hablar del nuevo modelo de desarrollo de la “Escuela Escandinava”, definiendo “el otro desarrollo” bajo las siguientes características principales:

a)        Orientado hacia las necesidades humanas materiales y no materiales.

b)        Autónomo, cada sociedad debe basar su proyecto de desarrollo con sus propios recursos y a partir de su ambiente natural y cultural.

c)         Ecológicamente viable, utilizar los recursos de la biosfera, respetando el equilibrio de los ecosistemas locales y los límites globales y locales impuestos a las generaciones presentes y futuras (etnodesarrollo).

Se llega así, al período de transnacionalización más fuerte que habrá de dar origen en los años 80 y 90 al neoliberalismo y la globalización, donde ya no prevalecen las multinacionales aprovechando mano de obra barata y costos competitivos de producción, sino la pululación de transnacionales y corporativos globales capaces de imponer sus condiciones a Estados y gobiernos. El neoliberalismo como propuesta para el desarrollo alcanza su legitimidad estableciéndose como alternativa de ajuste que sirva para liberar los mercados, los cuales poseen la capacidad para autorregularse, hacer frente a crisis exteriores y hacer frente a eventos imprevistos que son regulados por el Estado.

El Estado debe dejar de participar en la economía, pues sólo causa perturbaciones tanto a nivel micro como macroeconómico, ocasionando crisis y desequilibrios, tales como: subvenciones, aranceles proteccionistas y sustitución de importaciones. De esta manera, los programas de ajuste estructural son vistos como la irracionalidad económica a eliminar de los mercados, de manera tal que desapareciendo las ineficiencias de la economía se puedan alcanzar mayores tasas de crecimiento. Para esto, un cambio estructural de las instituciones, de la política estatal respecto a los particulares y los sindicatos se vuelven imprescindibles, tal es el caso de los precios y su relación con la limitación de la demanda.

Aspectos tales como la especialización que permita abaratar costos, obteniendo ventajas comparativas que resulten en una mayor competitividad en los mercados extranjeros es medular en una realidad globalizada. Las repercusiones que estas medidas producen son inmediatas: salarios reales caídos, desempleo, estimulación del ahorro en detrimento de la inversión, sobreexplotación y abandono del campo, sobrevaloración de lo macroeconómico en detrimento de los microeconómico, donde normalmente se refleja con mayor claridad el desarrollo y la calidad de vida.

A manera de conclusión

El auge neoliberal demostró no ser la solución a los problemas del desarrollo, pues, aunque el mercado suele ser excelente elemento productor de bienes y servicios, el momento de la distribución de los beneficios, o no llega por no darse; o se da de manera muy injusta, afectando principalmente a quienes menos tienen. Precisamente, por las convergencias y no por las divergencias en torno a la concepción del desarrollo entre los anteriores enfoques, es que proponemos ubicar el concepto del desarrollo dentro de estas y otras concepciones para reconstruirlo e incluso si es necesario, producir uno nuevo, uno “que tome conciencia de la distancia existente que separa el desarrollo y sus beneficios, así como innumerables problemas vitales, de la mayoría de los pueblos y de los seres humanos del mundo”[12].

Hoy día, como ya adelantábamos, se sigue hablando de desarrollo principalmente desde Europa, los EUA y organismos internacionales afines a los intereses mercantilistas de estas naciones, y poco hablan de los aspectos relevantes y necesarios para que el desarrollo como debiesen entenderlo las naciones desaventajadas en términos del concepto y las acciones involucradas. Así, los países ricos no pueden entender desarrollo como un imaginario que como mínimo debiese hacer referencia y atender situaciones relacionadas con la protección del medio ambiente, diversidad cultural, educación humanista, economía con rostro humano, entre muchas otras.

Referencias

Bifani-Richard, Patricia. Violencia, individuo y espacio vital, México: UACM, 2004.

Leff, Enrique. Ecología y capital. Racionalidad ambiental, democracia participativa y desarrollo sustentable, Ciudad de México: UNAM / Siglo XXI. 1998.

Peemans, Jean-Philippe. Le developpment des peuples face à la modernization du monde, Bélgica: Academia Bruylant. 2002.

Peemans, Jean-Philippe. Quelques notes sur la crise et les problèmes de la restructuration de l’accumulation mondiale. En Contradictions, no.8, décembre, 1975, 51-55.

Pérez, Carlota. Revoluciones tecnológicas y capital financiero, México: Siglo XXI. 2004.

Riechmann, Jorge. Ideas para un programa ecosocialista. En Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista. España: Siglo XXI. 1999.

Rubio, Enrique y Pereira, Marcelo. Utopía y estrategia. Democracia y Socialismo, Montevideo: Trilce. 2002.

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[1] Rodney, Walter citado en Pérez, Carlota, “Revoluciones tecnológicas y capital financiero”, México, Siglo XXI, 2004, p. 154.  

[2] Rosa Luxemburgo, citado en Bifani-Richard, “Violencia, individuo y espacio vital”, México, UACM, 2004, pp. 116-117.

[3] Peemans, Jean-Philippe, “Quelques notes sur la crise et les problèmes de la restructuration de l’accumulation mondiale”, en Contradictions, 1975, no.8, décembre, p. 51-55.

[4] Peemans, Jean-Philippe, “Le developpment des peuples face à la modernization du monde”, Bélgica, Academia Bruylant, 2002, p. 9.

[5] Peemans, Jean-Philippe, Le developpment des peuples face à la modernization du monde, Bélgica, Academia Bruylant, 2002, p. 11-12

[6] Peemans, Jean-Philippe, Le developpment des peuples face à la modernization du monde, Bélgica, Academia Bruylant, 2002, p. 12.

[7] Riechmann, Jorge, “Ideas para un programa ecosocialista”, en Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista, España, Siglo XXI, 1999, p. 250.

[8] Rubio, Enrique y Pereira, Marcelo, “Utopía y estrategia. Democracia y Socialismo”, Montevideo, Trilce, 2002, p. 242.

[9] Leff, Enrique, “Ecología y capital. Racionalidad ambiental, democracia participativa y desarrollo sustentable”, Ciudad de México, UNAM / Siglo XXI, 1998, p. 69.  

[10] Peemans, Jean-Philippe, “Quelques notes sur la crise et les problèmes de la restructuration de l’accumulation mondiale”, en Contradictions,1975, no.8, décembre, pp. 51-52.

[11] Peemans, Jean-Philippe, “Le developpment des peuples face à la modernization du monde”, Bélgica, Academia Bruylant, 2002, p. 54.

[12] Peemans, Jean-Philippe, “Le developpment des peuples face à la modernization du monde”, Bélgica, Academia Bruylant, 2002, p. 549.